Hasta ahora, aquello del bipartidismo
nos evitaba la negociación entre partidos, salvo en lo que suponía la rapiña
descarada de los partidos nacionalistas. Y, aun solo con eso, hay que ver hasta
dónde hemos llegado y cuánta deslealtad se ha sembrado por el camino. En esta
nueva situación del multipartidismo, eso de negociar -de quitarnos del ocio:
“nec otium”- se ha vuelto imprescindible. Y no parece que los llamados a
entenderse, por los resultados electorales habidos, anden en el empeño ni vean
la luz sino la oscuridad del túnel. Me refiero, claro, al PSOE y a UP.
Llevamos casi tres meses desde la
celebración de las elecciones y -aparte del mes de gracia por aquello de las
elecciones locales, autonómicas y europeas tan seguidas-, parece que no hay forma
de que los partidos de izquierda se pongan de acuerdo.
Lo más sencillo es arreglarlo
descalificándolos a todos y mandándolos al rincón de pensar y con los brazos en
cruz. A mí también me dan ganas de hacerlo. En la realidad, no creo que el
asunto sea tan sencillo.
En condiciones normales, el sentido
común pide que se ceda y que cada cual esté representado en los equipos de
gobierno de acuerdo con los resultados electorales. ¿Son normales las
circunstancias en las que nos encontramos? Sospecho que, por desgracia, no.
¿Cuál es la principal razón? A mí me parece que hay una que tiene muy difícil
solución. Se trata de la concepción que cada formación tiene de la estructura
del Estado. Y la realidad se muestra muy tozuda. Sigo pensando y vuelvo a
repetir por escrito que, mientras no tengamos clara cuál es esa base
territorial, todo lo demás es fallido y no se puede encarar con garantías. A
las pruebas me remito. Y no discuto cuál es la mejor o peor concepción -aunque
yo tengo la mía, por supuesto-; lo que aseguro es que, sin solucionar esta, lo
demás no tiene solidez y lo sitúa todo en la desconfianza. Esto es lo que me
hace pensar y decir que este es un país fallido, a pesar de ser el más antiguo
de Europa. ¿Cómo pueden convivir en un Gobierno concepciones opuestas sobre la
concepción territorial del Estado? ¿Qué tipo de legislación se va a aplicar si
no sabemos dónde? Dicen que UP ha declarado que sería leal en este asunto. No
sé cómo se puede mantener esa lealtad cuando el asunto se suscite, que será
cada poco tiempo y de manera recurrente. Y aquí sigue siendo lo más importante,
por básico, en los últimos cien años. Y, si hay lealtad, no sé cómo se podrá
tapar la incoherencia.
Pero esto ya se sabía desde el primer
día. Lo sabían todos los negociadores, por muy cándidos que se mostraran. Lo
mismo que se sabía de qué se podía hablar con los independentistas cuando tanto
se repetía aquello de “hablen, hablen, hablen”.
Si se salvara este obstáculo -yo no sé
cómo se puede hacer-, lo demás sería asunto de egos y de tácticas electorales.
Y de todo esto muchos estamos ya hasta el gorro. Si así fuera, entonces sí que
tendríamos que mandarlos a todos al rincón de pensar, pero con una pila de
libros en cada mano y con prohibición de salir de allí hasta llegar a un
acuerdo.
Es oportuno recordar que “acuerdo”
tiene que ver con “cor-cordis”, palabra que significa corazón (otro pequeño
indicio para filólogos). Y tengo la corazonada de que ese camino está poco
transitado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario