BRUTAL
Me
refugio con frecuencia en las palabras; ellas son el elemento que da vida a la
nada, que fija y crea la realidad, que le da poso y la mantiene y nos mantiene
vivos por un poco más de tiempo. O sea, que somos algo más porque nos mantienen
vivos las palabras.
Pero,
como son elementos un poco veleta, se dejan llevar por el aire que más sopla y,
así, andan cambiando de chaqueta con mucha frecuencia. Por eso hay que tener
cuidado con ellas, con su uso y con su abuso, con su ausencia y con su olvido.
Detenerse
en el camino de cualquiera de ellas es lo mismo que fijarse en el recorrido que
realizan las personas que la usan. Pues ellas dan el tono y ellas fijan el
tenor del hablante.
Así
que hoy eché unos minutos a pensar en un adjetivo que cada día tiene más uso,
un uso que se ha degradado y que no sé si no ha degradado también a los
usuarios, o sea, a las personas.
Se
trata del término BRUTAL. No parece
que haya que poseer mucha sesera para entender que tiene en su origen la
palabra BRUTO, a la que se le ha añadido el sufijo, abundancial en este caso, -al.
Podríamos concluir, por tanto, que es algo que contiene lo que sea bruto en
manera abundante. Vaya, que es muy bruto.
¿Y
BRUTO? ¿Cuál es su significado? Un bruto ha sido siempre un ANIMAL,
preferentemente cuadrúpedo. Así que lo brutal es aquello propio de los animales
de cuatro patas. Y, además, que se posee de manera abundante, que uno va
sobrado de esa cualidad. Como se ve, por mucho que uno se esfuerce en
dignificar tal asunto, no es fácil superar el nivel de los animales
irracionales.
Trátese
ahora de aplicar a personas, en casos tales como «posee una fuerza brutal», o «ha
realizado una jugada brutal», o «posee una inteligencia brutal» y ya me dirán
qué les sale del invento.
Pues
así a diario y en casi cualquier medio, que para eso ya se han encargado los
contextos deportivos de intentar cargar las palabras con connotaciones casi bélicas.
En este caso, creo que se puede decir que les ha salido el tiro por la culata. Por
favor, no degraden de esa manera tan grosera, cuando lo que quieren hacer es lo
contrario.
Recordar
que el lenguaje es un sistema en continuo movimiento es casi de primera lección.
Recomendar y hasta exigir que ese cambio continuo esté controlado por aquellos
que saben algo más del asunto también tendría que formar parte de la primera
lección del libro.
Ante
lo que se presenta como irremediable, al menos que quede el derecho al pataleo
y al desahogo. No es mucho pedir. Creo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario