miércoles, 16 de febrero de 2022

MALA MAR

MALA MAR

Los medios de comunicación dan la noticia de que un barco ha naufragado mientras faenaba en la zona de Gran Sol. Hay un alto número de fallecidos y otro mayor de desaparecidos, que, desgraciadamente, pasarán a engrosar el de los muertos.

Con alguna frecuencia, me llega la noticia cuando estoy entre las páginas de algún libro que guarda relación con el contenido del suceso. Hoy me ha ocurrido con el libro de Antonio Lucas Mala mar, un texto de altísimo valor literario. Yo, que me declaro de tierra adentro y de secano, que me pierdo en el léxico marinero y que me asusta el mar si me imagino más allá de quince metros de la playa.

Sin embargo, dedicar unos ratos a levantar en la memoria y en la imaginación el mundo de los marineros pescadores resulta apasionante. Sobre todo, si se hace desde las páginas ajustadas y precisas de este escritor madrileño, a quien no conocía hasta ahora. Por eso, le cedo la palabra:

Tras varios días embarcado aprendes que un marinero siempre habla en serio. Aunque bromee. Y tiene la eterna herida abierta de preguntarse cosas.

La muerte, la idea de la muerte, está fijada de una manera aún más firme en ellos. Velan la muerte. La rondan, la acarician, la burlan. Saben que está ahí y cada uno la piensa a su modo, la encuentra a su modo, en un golpe de mar, en un descuido, en una torpeza, en una confianza, y como todo lo que no se ve existe constantemente. La energía explosiva de sentirla rondando es una experiencia que se concreta mejor en un barco que surca estas aguas. A ratos es como si te vistiera con su piel.

En otra página:

Qué difícil es cualquier relación seria con el mar. Exige una absoluta sinceridad y en quienes lo trabajan detectas la agónica condición de seres cuyo tiempo ya ha pasado. El mar tiñe de dudosa reputación a quien lo habita. Tiene que ver con lo indomable de estos seres que se mueven por un espacio con reglas propias y a quienes acecha constantemente el desencanto de una biografía exagerada es todos sus aspectos.

Y un último ejemplo:

Navegar consiste en ir contra el mar sirviéndote del mar. Eso hacen. Un oficio mecánico de días muy largos, de semanas desaforadas, de meses que entrechocan con una violencia de tiempo perdido porque todos se parecen y ya da igual enero que mayo, abril que octubre. Esta gente anda en lucha contra la vida que se les va. Sienten cómo pasa por sus manos encallecidas. Por el rostro surcado de resignación. Y la falta de sueño les enjaula y calienta los ojos. Su memoria se sostiene más en lo sufrido que en lo logrado (…) Porque al mar se le obedece y luego él premia o humilla.

Así, desde la distancia y la sensación siempre rondando el misterio y la provisionalidad, acoge uno la noticia de una tragedia más, esa que mañana mismo ya no será más que un recuerdo diluido entre las fauces del mar y en el seno de sus profundidades.

La mar no solo son las playas en verano y sus paseos marítimos, es algo casi inmenso, que guarda el misterio  e impone sus leyes implacables; mucho más a los marineros que a los patrones y degustadores de yates.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Antonio, el mar, como la muerte engulle a todos los que se atreven a surcarlo, no entiende de patrones y marineros, de yates o barcos de pesca. Nos iguala en su elección.