MALA MAR
Los medios de comunicación dan la
noticia de que un barco ha naufragado mientras faenaba en la zona de Gran Sol.
Hay un alto número de fallecidos y otro mayor de desaparecidos, que,
desgraciadamente, pasarán a engrosar el de los muertos.
Con alguna frecuencia, me llega la
noticia cuando estoy entre las páginas de algún libro que guarda relación con
el contenido del suceso. Hoy me ha ocurrido con el libro de Antonio Lucas Mala mar, un texto de altísimo valor
literario. Yo, que me declaro de tierra adentro y de secano, que me pierdo en
el léxico marinero y que me asusta el mar si me imagino más allá de quince
metros de la playa.
Sin embargo, dedicar unos ratos a
levantar en la memoria y en la imaginación el mundo de los marineros pescadores
resulta apasionante. Sobre todo, si se hace desde las páginas ajustadas y
precisas de este escritor madrileño, a quien no conocía hasta ahora. Por eso,
le cedo la palabra:
Tras
varios días embarcado aprendes que un marinero siempre habla en serio. Aunque
bromee. Y tiene la eterna herida abierta de preguntarse cosas.
La
muerte, la idea de la muerte, está fijada de una manera aún más firme en ellos.
Velan la muerte. La rondan, la acarician, la burlan. Saben que está ahí y cada
uno la piensa a su modo, la encuentra a su modo, en un golpe de mar, en un
descuido, en una torpeza, en una confianza, y como todo lo que no se ve existe
constantemente. La energía explosiva de sentirla rondando es una experiencia
que se concreta mejor en un barco que surca estas aguas. A ratos es como si te
vistiera con su piel.
En otra página:
Qué
difícil es cualquier relación seria con el mar. Exige una absoluta sinceridad y
en quienes lo trabajan detectas la agónica condición de seres cuyo tiempo ya ha
pasado. El mar tiñe de dudosa reputación a quien lo habita. Tiene que ver con
lo indomable de estos seres que se mueven por un espacio con reglas propias y a
quienes acecha constantemente el desencanto de una biografía exagerada es todos
sus aspectos.
Y un último ejemplo:
Navegar
consiste en ir contra el mar sirviéndote del mar. Eso hacen. Un oficio mecánico
de días muy largos, de semanas desaforadas, de meses que entrechocan con una
violencia de tiempo perdido porque todos se parecen y ya da igual enero que
mayo, abril que octubre. Esta gente anda en lucha contra la vida que se les va.
Sienten cómo pasa por sus manos encallecidas. Por el rostro surcado de
resignación. Y la falta de sueño les enjaula y calienta los ojos. Su memoria se
sostiene más en lo sufrido que en lo logrado (…) Porque al mar se le obedece y
luego él premia o humilla.
Así, desde la distancia y la
sensación siempre rondando el misterio y la provisionalidad, acoge uno la
noticia de una tragedia más, esa que mañana mismo ya no será más que un
recuerdo diluido entre las fauces del mar y en el seno de sus profundidades.
La mar no solo son las playas en
verano y sus paseos marítimos, es algo casi inmenso, que guarda el
misterio e impone sus leyes implacables;
mucho más a los marineros que a los patrones y degustadores de yates.
1 comentario:
Antonio, el mar, como la muerte engulle a todos los que se atreven a surcarlo, no entiende de patrones y marineros, de yates o barcos de pesca. Nos iguala en su elección.
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