PERO
EL DÍA NO ADMITE CONJETURAS
Repica con sus luces la mañana
y el mundo está al completo por
hacer.
Me desperezo y salgo a mi terraza.
Estoy como sin mí, deshabitado,
intruso en el silencio que atesora
los secretos de la naturaleza.
El eco del misterio se acumula
detrás de cada rama. Miro al cielo.
Y el cielo es una lámina de estaño
que ocupa hasta el confín del
horizonte.
El viento peina ramas y parece
que afeita con sus soplos hierba y
suelo.
El campo acoge en débil duermevela
toda la desmemoria de los días.
Imagino, hago planes, sueño ideas;
pero el día no admite conjeturas,
tan solo la esperanza de ser bien
habitado.
Salgo a habitarlo al fin y en él
empeño
las fuerzas que me quedan y el anhelo
de violar las certezas y las dudas.
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