TIEMPOS Y MUDANZAS
Hoy me asomo al desván de la memoria,
por si quedaran restos de aquel niño
que anduvo sin noticia ni conciencia
de que hay edades, tiempos y mudanzas.
Y me llegan señales muy borrosas
con nombres diferentes en sus señas.
Era un tiempo de miel, sin calendario
que marcara en sus hojas el transcurso del
tiempo.
La calle era un palacio de cristal
con alcobas abiertas en las casas,
corazones sin manchas ni basura,
limpios como la luz cuando amanece.
Crecíamos tal vez sin enterarnos.
Pero el tiempo encarnó en nuestros sentidos
y nos fue regañando lentamente,
dejándonos un poco a la intemperie,
con todo el horizonte por delante.
La noche era ya noche y era el día
un compendio de acciones diferentes.
Desde este laberinto no distingo
ni encuentro al niño de mirada limpia
y cuerpo de inocencia. La mirada
no alcanza a deslindar con transparencia
las horas y el hechizo de aquel tiempo
en que aprendí la luz de mi existencia.
Hoy quisiera volver a reencontrarlo.
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