martes, 1 de noviembre de 2022

ESO QUE LLAMAN HALLOWEEN

 

 ESO QUE LLAMAN HALLOWEEN

¿Lo habré escrito alguna vez? No tendría perdón si no lo repitiera machaconamente. Así que, si lo he hecho, sirva la reiteración para desahogo de mi conciencia y para calma de mi enfado.

¿Qué es eso de Halloveen?, ¿de dónde ha venido?, ¿qué contiene para que casi todo el mundo caiga rendido a sus pies?, ¿cuáles son los grupos sociales (de edad, sexo o condición cualesquiera) que más apoyan su expansión y con más fervor se entregan al jolgorio?

No debo repetir aquí casuística y detalles de lo que debería saber casi todo hijo de vecino. Tan solo recordar que toda esta celebración en poco o en nada tiene que ver con las tradiciones y costumbres de estas tierras, y sí casi todo con el papanatismo que, una vez más, se profesa con total devoción a lo que expande el imperio desde el otro lado del Atlántico. Del imperio se conoce casi cualquier detalle, de lo propio apenas se tiene noticia de nada. Qué complejo de inferioridad.

¿Entonces? Pues entonces, sencillamente, que conmigo no cuenten, que me siento totalmente ajeno a ese despelote de festejar el miedo, que me ocupan más mis deudos y su recuerdo que toda la fantasmagoría que se monta con esta repentina fiesta, que, si analizo (porque las cosas suceden por algo), lo que me sale es poco reproducible con palabras agradables, que el mundo como representación también puede tomar carne desde el razonamiento y no solo desde el empuje de la moda, que, como moda, es lo que más deshumaniza, que…

Parece que, cuantos más somos en este planeta, menos variedad nos acompaña y más nos entregamos a lo que nos dictan unos poquitos centros de decisión mediática, que no son otra cosa que traductores de poderes económicos. Somos muchos, pero estamos solos y sin espacio para pensar y decidir por nosotros mismos. Y así no hacemos tribu, solo multitud.

Por supuesto que cada uno puede decidir, celebrar y hacer lo que crea conveniente; pero, en este caso, quizá lo menos personal es lo que nos invade y nos empuja sin reflexión acerca de su origen, de lo que significa y de aquello a lo que viene a sustituir o simplemente a hacer desaparecer.

¿Serán efectos de la globalización? Que cada cual extraiga consecuencias.

Yo casi me conformo con gritar que no quiero jugar a este juego, que conmigo no cuenten y que no se gasten mis impuestos en promocionar lo que, con todos los respetos, me parece un enorme fraude y un engaño gigantesco.

Así que, felices fiestas y enhorabuena a los seguidores incondicionales de Hollyvood. Olé.

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