IMAGÍNATE (Para Jesús Majada)
Imagínate que estás en mayo, que la naturaleza
te ha regalado ya sus mejores galas y que el sol te deja un calorcito que te
empuja a buscar el refugio de la sombra, que por las razones que sea te has
tenido que echar al campo y que caminas por él al ritmo que te permiten tus
piernas y que te impulsa el ánimo. Déjate invadir por lo que esa naturaleza te
ofrezca y contémplalo con calma y con sosiego. Sumérgete en sus colores, en sus sonidos y en sus
sabores. Pasea bajo el dosel que los árboles han preparado para tu caminata.
Escucha el rumor del río, que se desliza en lo hondo del valle. Empieza a
olvidarte de todo lo lejano que anda rodando por tu mente. Mira cómo el agua se
ha dormido en el pantano que reposa a tus pies y que se guarda para servirte en
los días de más calor y de escasez. Extiende tu vista hacia el horizonte y
sueña con todo lo que lo compone. Cambia de valle y mira hacia el sur. Observa
el cambio de vegetación y el ritmo desigual de la naturaleza. Desciende sin
prisas hasta el pequeño pueblo que se acuesta en la ladera mirando siempre
hacia occidente. Detente y sacia tu sed en esa hermosa fuente que mana sin
descanso. Callejea por las estrechas calles del pueblo y observa sus edificaciones
tradicionales. Saluda y abraza a tu amigo y a sus familiares. Pega la hebra,
aunque solo sea por unos escasos minutos. Acércate y penetra en la iglesia
parroquial, y quédate extasiado en la luz y en la frescura que en ella han tomado
asiento. Asiste a la llegada de los parroquianos, que vienen a la misa
dominical con los ingredientes de la fe, de la necesidad de la relación vecinal
y de la costumbre. Déjate dominar por el sabor de la liturgia. Escucha el
interés con el que cualquier persona lee textos sagrados. Asiste a las
explicaciones del sacerdote, que intenta, con tono suave, hacer comprensible aquello
que no resulta muy racional. Nota cómo el silencio lo domina todo. Échate a
pensar por unos minutos en el contraste que se establece entre la razón y la
fe. Anúlate por unos momentos y sumérgete de nuevo en el olor de la liturgia,
en el estado de desconexión que produce y considera la necesidad de que ese
dios que se está predicando se haga más próximo, más humano y menos celestial,
más cercano a las personas y menos misterioso, más sencillo y menos complejo,
más claramente producto de la necesidad de hacer de un dios un ser humano y no
de un ser humano un dios. Concede la bondad de esa fe más terruñera e inmediata
y no la perturbes demasiado si no perturba a los fieles que la siguen. Imagina
la posibilidad de que los fieles participaran más de esa liturgia y las bondades
o inconvenientes que ello acarrearía. Ten algún minuto para el recuerdo de todos
los que están fuera de la parroquia, pero que pueden venir solo con abrir las
puertas de la imaginación. Súmate a los cánticos de esas voces sencillas que
llenan el espacio de armonía. Certifica el cambio de tu estado anímico en tan
solo unos cuantos minutos. Trata de volver al dominio de tus sensaciones.
Comprende que tienes otras obligaciones inmediatas que cumplir. Deja discretamente
los bancos del templo y sal a la calle y a la realidad más grosera de la razón
y de la vida. Vuelve la vista y despídete con la imaginación de todos los que
has dejado en el interior y que siguen la liturgia lejos de las ocupaciones de
cada día. Vuelve a deshacer lentamente el camino que te trajo hasta este
hermoso pueblo dibujado en la garganta de estas sierras. No vuelvas todavía al
predio de la razón. Olvídate en el olvido de la naturaleza, exuberante y
lujuriosa, que te acompaña siempre. Junta naturaleza y fe. Una te satisface; la
otra te desconcierta y te deja aturdido y perturbado.
Después, vuelve a casa, descansa y deja pasar
el tiempo. Siéntate en tu terraza. Mira de nuevo al campo, que refulge y se
desborda en la luz y sus sonidos. Piensa en los mundos de la fe y de las
sensaciones. Y deja que la imaginación haga de las suyas. Tu costumbre te
echará a razonar en cualquier otro momento; pero ahora solo imagina: cualquier
invención cabe en el mundo de la imaginación. Sueña y suéñate, y sueña que te
sueñan los demás. Después, olvídate en el mundo del olvido.
1 comentario:
Qué placentero, sosegado, y seductor lo describes
Publicar un comentario