antigua y noble nación,
por tierra, por mar, por aire,
han recibido un pregón
que convoca a sus vecinos
a celebrar elección.
También la ciudad de Béjar
donde alza el juglar la voz.
Será en mayo, veintiocho,
cuando hace ya calor
y el verano se adivina
por el dominio del sol,
apenas unos días antes
de aquella fiesta mayor
cuando los hombres de musgo
se muestran en procesión
y rememoran leyenda,
que verdad no fuera, no.
Los partidos todos sueñan
en jugar a ganador
y confeccionan sus listas
para competir mejor.
Elegir no es cosa fácil:
este sí, pero este no,
que no lo conoce nadie
y tiene poco tirón;
aquel es muy necesario
como buen conocedor
de lo que quiere la gente
para cualquier ocasión…
Así, entre bromas y veras,
entre sesión y sesión,
se van reuniendo los nombres
y prestas las listas son.
Con la lista ya completa,
viene la presentación,
día en el que siguen intactas
la esperanza y la ilusión
¿Y el programa?, ¿y las ideas?,
¿y el proyecto ganador?,
¿dónde está la ideología?,
pregunta la población.
Un poquito de urbanismo,
algo de limpieza, y pon
los arreglos de unas calles.
De sanidad, mejor no,
que está la gente enfadada
y no tiene solución.
¿Y el modelo de ciudad?
¿Y la forma de atención
a los jóvenes y viejos
y a los que aún no lo son?
¿Y las verbenas, los toros
y la santa procesión,
que vertebran nuestras fiestas
y provocan confusión,
pues traen cuernos, malos tratos,
ruidos y superstición
y convocan a las masas
a místico botellón?
¿Y ese pequeño comercio,
que muere de inanición?
¿Y las bibliotecas públicas
como lugar de reunión?
¿Y el apoyo a los que empujan
cualquier tipo de creación?
Y, en fin, ¿por qué no podemos
fomentar la discusión
de si este sistema es bueno
o merece revisión?
No importa, no pongas mucho,
que queda largo el sermón.
Di que «obras y no palabras»:
dicen que suena mejor
y no hace falta
que piense
ni juzgue la población.
Durante los quince días
de la presente estación,
hay que pregonar a todos
la letra de esta canción.
Desde los Praos a la Antigua,
desde el monte a la estación,
se escucha en todo momento
cantar con el mismo son:
«Vota a nuestro candidato,
que, sin duda, es el mejor,
apoya nuestro programa,
aprovecha la ocasión
de ejercitar tus derechos
en esta celebración».
Cuando acabe la campaña
y se celebre elección,
saldremos todos de dudas
sobre quién es ganador,
aunque es sabido que nunca
nadie se ve perdedor
y todos alzan sus voces
con tono de vencedor.
Al día siguiente, y al otro,
haga frío o haga calor,
la ciudad seguirá siendo
una colmena de amor,
un ir y venir continuo
de alegría y de dolor.
Pero no será lo mismo
que resulte en votación
un equipo preparado,
con programa y con razón,
que un grupo vacío y solo
con el don de la ilusión.
Así que, a pedir a todos,
ideología, formación,
programa bien definido,
o sea, planificación,
espíritu de servicio,
entrega, dedicación.
Y a todos darles las gracias,
pues su mejor intención
se ha prestado al beneficio
de toda la población.
Al
elector solicita
el juglar cavilación
para no dejar llevarse
por la primera impresión
y antes de donar su voto
haga cabal reflexión.
Después, todo será tiempo
y acabará la misión,
vendrán nuevos voluntarios
a prestarnos su favor
y todo será memoria
de esta próxima elección.
El juglar ya solo quiere
para todos lo mejor,
no busquéis en sus palabras
ninguna oscura intención.
Con sus mejores deseos
concluye su reflexión.
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