¿Hay ideas que definan elementos absolutos?
Cuando menos es algo dudoso, sobre todo si se parte de la limitada capacidad
del ser humano, que es quien crea los conceptos.
¿Hay que dar por bueno cualquier razonamiento
en nombre de la tolerancia? No parece que tal cosa pueda ser, salvo que estemos
dispuestos a diluirnos en un estado líquido y hasta gaseoso en el que todo se
nos pueda colar.
¿Habrá que intentar extraer de cada
razonamiento alguna consecuencia e intentar acercar posturas con serenidad?
Parece deducción elemental.
¿Qué sucede si no procuramos tal cosa? Pues que
nos situamos en una postura totalitaria y en un enfrenamiento de bloques que ni
se oyen ni se escuchan, tan solo se rechazan simplemente con oír el nombre del
contrario.
La situación social en este país tan viejo y
aún sin hacer del todo viene encaminándose hacia un estado de bloques y la
convivencia se oscurece cada día más. Aquí, si uno es del Real Madrid tiene que
odiar al Barcelona, y al revés lo mismo, o, con perdón y pena, aún más; si uno
es de derechas, no le concede ni agua al que se declara de izquierdas, y otro
tanto al revés; si uno lee prensa de una inclinación, se encontrará con que las
noticias seleccionadas, la importancia que se les da y los artículos de opinión
que incorpora se vencen sin remedio siempre hacia un lado; y así con todas las
cosas. Estamos en camino de bloquearnos todos y de que nos pille cualquier
terremoto sin que sepamos cómo ponernos a cubierto.
Esta mañana me he topado con un último ejemplo,
entre otros muchos. Leía un artículo de Juan Luis Cebrián en El País. En
él criticaba -de manera dura, según mi opinión- la actitud del Gobierno
respecto a la situación en Cataluña. Esta era su tesis: «Si el Gobierno y el
PSOE consuman la deslealtad a la Constitución que supone el olvido de los
delitos del separatismo, este 11 de septiembre puede marcar el principio del
fin de nuestra democracia».
Para defender su tesis aportaba una serie de
argumentos. Pues bien, si se revisan los comentarios -no sé si no han quitado
ya el texto del periódico- se verá que al autor lo ponen a caer de un burro,
con palabras muy gruesas y absolutamente descalificadoras. Están en su derecho,
si así lo consideran. Pero toda su defensa desaparece si se observa que no se
apoyan en ningún argumento concreto que rebata los que el autor defiende; tan
solo lo mandan al infierno por llamarse como se llama y por entender que tiene
la trayectoria que tiene. El ejemplo se puede repetir casi en cualquier página
o en cualquier comentario.
Y es que la verdad es la verdad la diga quien
la diga, Agamenón o su porquero. Y lo mismo la mentira.
No frecuento mucho la prensa de derechas, pero
aseguro que algunos periódicos digitales, que se tildan a sí mismos de
progresistas, incluso en cabecera, están llenos de opiniones maniqueístas; que
tiran al cesto de los papeles las ideas no por ser tales sino porque las firma
quien las firme. Flaco favor a las ideas que quieren defender. Sospecho que, en
el lado de la derecha, la exageración será la misma o mayor.
En este estado de cosas, no hacemos más que
crear fanáticos de un lado y de otro, y nuestra piel de toro y nuestra
convivencia se resiente peligrosamente. Al toro lo podemos convertir en aquella
vaquilla de la película que tan bien representó Berlanga.
Para cualquier asunto de la vida, tan imbécil
es la postura inmovilista como la que cree que toda innovación es positiva. Son
los argumentos los que dan consistencia, solidez y duración a las ideas; las
ocurrencias y los impulsos son pecados de juventud que se curan con el tiempo,
pero que causan estragos en el presente. Por el contrario, la falta de
adaptación a la evolución de nuevos tiempos y nuevas generaciones nos deja
anclados en la silla y nos vuelve obsoletos.
Cualquier asunto se puede defender con ahínco y
con pasión. Pero, por favor, con algún razonamiento y no con descalificaciones
globales, que no hacen otra cosa que seguir la corriente de la moda y dejar al
defensor en el fango de la ocurrencia y de la inanidad.
Y cada día nos jugamos la convivencia de muchas
personas, la igualdad de derechos y el mismo grado de oportunidades. Así que,
por favor, argumentos y no generalidades. Desde asuntos tan graves como la
definición territorial del país -de esto iba el artículo- hasta cualquier otra
cosicosa del día a día.
N.B. Creo que este enfrentamiento y bloqueo al
que asistimos tiene larga trayectoria en este país y su evidencia se puede
seguir repasando nuestra historia. Desgraciadamente, me parece que el ambiente
se ha oscurecido más desde la llegada de algún agente político en los últimos
años al panorama nacional. Pero esto ya excede esta breve reflexión.
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