lunes, 11 de septiembre de 2023

OTRAS FIESTAS

 

OTRAS FIESTAS

Se acabó la fiesta y volvemos al horario de rutina. De la noche a la mañana han desaparecido todos los signos que indicaban la celebración. Hoy ya se puede pasear por las calles de esta ciudad estrecha, que vuelve a ser estrecha en todos los sentidos. Y se puede subir al Castañar para dar un paseo y admirar el infinito azul del cielo bejarano en vísperas del otoño.

Las fiestas patronales (¿Por qué se llaman patronales si hay cada día más gente que no tiene nada que ver ni quiere saber nada de asuntos religiosos?) acumulan actividades en unos cuantos días y vienen a gastar un buen pellizco del presupuesto de cualquier comunidad pequeña. En ellas se saca pecho y no pocos ciudadanos califican a sus ayuntamientos por su acierto o desacierto (siempre según ellos) en la preparación y el desarrollo de estos días festivos. Qué pobreza de miras. Pero ahí andamos. Y esto es cosa de ciudadanos, no de ayuntamiento.

A mí, la cosa -lo reconozco ya de entrada- me pilla de perfil y muy a trasmano. De hecho, mi participación es casi testimonial, y, a veces, ni eso. Este año he querido acercarme a algún acto, pero la suerte no estaba de mi parte ni yo de la suya. Me llamaban la atención un par de actos. Uno era el concierto de órgano y de gaita en Santa María. Me confundí de fecha y llegué un día tarde. Otro fue el del concierto de la banda. Me ocurrió lo mismo. Así debía yo de andar entusiasmado con esto de las fiestas. Quizá, para compensar, o más bien porque me coincidía con el paseo nocturno, me acerqué a escuchar a un par de orquestas. Una de ellas era un compendio de algo de música y de mucho de espectáculo, de luz y de sonidos o ruidos. Aguanté un par de canciones. Otra fue el esperpento de los Mojinos Escozíos. Desde la esquina del parque municipal hasta cerca del escenario oí cantar un estribillo inacabable que repetía unas palabras irrepetibles para cualquiera que quiera guardar algo de decoro ante los demás. La letra anda (la he buscado) en internet, por si alguno quiere ver el grado de grosería y de imbecilidad en que se mueve. Luego, claro, nos llevamos las manos a la cabeza cuando suceden cosas. Nos escurrimos por una calle lateral para irnos a casa. El aire nos llevaba otro estribillo que repetían una y otra vez muchos de los que llenaban la Corredera: «No tiene huevos, no tiene huevos…». Y así un rato largo, hasta que pusimos distancia de por medio. Vayan, pregunten y díganme en cuánto nos hemos perjudicado de nuestros impuestos municipales. Después he escuchado a un violinista y a un grupo vocal, para terminar con la mirada al cielo, ante unos fuegos artificiales que ponían punto final a estos días. Ya se ve que poca cosa para mí; aunque supongo que mucho más para otras gentes. Allá ellos y que se lo pasen bien.

¿Y la patrona? Ah, la patrona. Allí sigue, en lo alto, en el monte. El día anterior, después de la visita de unos amigos de Cáceres, vinieron a nuestra casa otros amigos que pasan el verano en Béjar. Les había prometido que les leería un par de versiones que tengo escritas acerca de la Virgen del Castañar, una meliflua y otra más suelta y sin atenerme a las normas del buen pasar.

La mañana de la fiesta -esto es lo que realmente justifica estas líneas- me pilló entre las páginas de una novela escrita por un autor bejarano, Tomás García Merino, que va ya por su tercera obra, Entre los castaños. Le felicito de verdad. Los personajes principales de la obra son de origen bejarano y la segunda parte de la obra tiene su desarrollo en esta ciudad. Pues la casualidad quiso que llegara al capítulo en el que el personaje central vuelve a Béjar. ¿Saben en qué fecha? Pues el día de la patrona. Parece casi imposible una coincidencia tan singular. Así que seguí en sus páginas y en ellas recorrí los parajes del monte, las calles de Béjar, encontré a personajes reales y conviví desde las páginas con las gentes, con la ciudad y hasta con la procesión. Fue, sin duda, un día de fiesta singular y muy especial, lejos de las aglomeraciones y de las costumbres más tradicionales. Espero que la virgen no se enfadara conmigo. Además, seguro que andaría muy atareada entre tanta gente. Bueno, me dicen que hasta la llevaron a los toros. Algún día le pedirán que reparta los trofeos a los toreros.

1 comentario:

Tomás García Merino dijo...

Gracias, Antonio por tus palabras sobre mi novela Entre los castaños. Me hace mucha ilusión que su lectura ayude a traer a la memoria recuerdos del ayer.