lunes, 15 de enero de 2024

LO REAL Y LO POSIBLE

LO REAL Y LO POSIBLE

Se dice que gobernar es hacer real el arte de lo posible. Me parece una definición optimista y abierta a todo tipo de interpretaciones y justificaciones Y, por tanto, peligrosa, si no se interpreta bien.

En este mes de enero, ya mediado, el Congreso ha vuelto a sus tareas de legislar y ha aprobado un grupo de Decretos de largo alcance. Es su labor, legislar, y hacerlo de acuerdo con la ideología que sustenta al Gobierno y con las posibilidades que la Cámara ofrezca. Es el juego democrático.

Sin embargo, habría que tener cuidado para no reducir los acuerdos a una suma simplemente numérica en la que la bondad o maldad tenga que ver solo con alcanzar la mayoría numérica necesaria para aprobar cualquier ley.

Según se me alcanza, hay tres niveles que se deben conjugar y que tienen sus límites precisos.

El primero es el de presentar -y en su caso aprobar- solo aquello que resista el análisis de la ideología del partido que presenta la iniciativa. Lo contrario sería una mentira, una incoherencia y una degradación de las ideas.

El segundo tiene que ver con los límites constitucionales a los que también el legislativo tiene que someterse. Es verdad que para ello se cuenta posteriormente con el poder judicial, que, en el órgano del Constitucional, decidirá esta cuestión.

El último tendría que apuntar a la consideración de las consecuencias que la ley en cuestión acarrea, del camino que se va marcando con la aprobación de leyes en una mirada a largo plazo.

Con estos tres niveles, podríamos embridar cualquier comentario y razonamiento acerca de la tarea de nuestros representantes políticos. Es el comentario y el razonamiento aquello que nos está reservado a todos los que no nos sentamos en las Cortes, pero somos personas.

Sobre el primer nivel, me parece que no es fácil poner un límite; pero exijo que se expliquen con claridad los bandazos que se observan en los partidos en períodos cortos de tiempo, que no hacen otra cosa que traer de cabeza a los electores. Una ideología es un conjunto de principios enlazados que tratan de dar una explicación racional de la vida y de cómo encauzarla en beneficio de la comunidad. Modificarla exige siempre una explicación clara.

Sobre el segundo, poco o nada se me ocurre, salvo el deseo de que el legislativo trabaje, se le deje trabajar y elimine en todo lo posible cualquier olor a política. Su trabajo es el de obreros de la justicia y nada más.

El tercero es de más largo alcance y, si cabe, más peligroso. Aprobar una norma que contraviene tus propios principios puede justificarse porque hay momentos en los que el bien mayor justifica algún mal menor. La enfermedad se agrava cuando se suman muchas decisiones que apuntan en la misma dirección; en ese caso, se va abriendo un camino que, poco a poco y de manera insensible, se convierte en vía ancha y hasta en carretera; de tal manera, que se llega a un momento o situación en los que ya no hay posibilidad de dar marcha atrás.

La reflexión de hoy no es azarosa; responde a la consideración de que algo así se está produciendo con el grueso de la legislación que se va aprobando en relación con las competencias cedidas a los territorios y, más en concreto, a los partidos independentistas. El recorrido es ya muy largo y el cuerpo legislativo en esta dirección es muy grande. Que algo se disfrace de político, de legal y de necesario (hacer de la necesidad virtud) no evita ninguna de sus consecuencias. Un pantano se puede quedar sin agua tanto por un derrumbe de la presa como por una débil fuga duradera que puede pasar inadvertida. Al final, el resultado es el mismo: cuando vamos a echar mano del agua, el recipiente está vacío. La metáfora me evita tener que ser más explícito. Pero puedo acudir a otro ejemplo de hoy mismo. Leo en un periódico deportivo que la liga de fútbol ha decidido homenajear a la policía con el saque de honor en cada partido de esta jornada, por su 200 aniversario. La razón me parece muy débil y se podría argumentar en contra, pero eso poco importa. Este es el comentario de un aficionado vasco: «Si aquí tenemos Ertzaintza, mientras que la Policía Nacional es anecdótica y no forma parte de nuestro día a día, no sé por qué la vamos a homenajear. Que lo hagan donde prestan servicio. Aquí yo llevo años sin ver siquiera un agente. Bueno, en el aeropuerto. Y ya». Explica bien lo que vengo afirmando y se explica por sí solo.

Admitir la legalidad de un precepto no implica estar de acuerdo con su contenido. Y, que yo sepa, no es obligatorio ceder tus propios principios para alcanzar una mayoría numérica. Eso ya lo hacían los hermanos Marx en sus películas.

En estos días me encuentro absolutamente desconcertado viendo cómo la derecha política reclama públicamente (no sé si por convicción o por interés político) igualdad entre todos los ciudadanos españoles. Los pájaros a las escopetas. Había creído, y creo, que este es uno de los principios básicos de la izquierda. Y no solo eso, sino que la izquierda reclamaba, y debe seguir reclamando, para esa igualdad, más de los que más tenían y les daba más a los que menos tenían.

Cosas veredes, amigo Sancho.

Si al menos se cubriera todo con un buen manto de lealtad y de solidaridad… Pero estas palabras parecen haber caído en desuso. Y así, todo se vuelve niebla y confusión.

Principios, ideología, igualdad, solidaridad, lealtad… Palabras que no deberían caer en el baúl de los arcaísmos.

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