SINÓNIMOS Y ANTÓNIMOS
A los alumnos de la clase de lengua se les explican,
desde muy temprano, algunas de las posibilidades que esta tiene para tratar de
apresar y de organizar la realidad. Entre estas se halla la de las palabras
llamadas antónimas: blanco / negro, bien / mal… Los más curiosos pronto
advierten que por el medio de esta aparente división se cuelan elementos
intermedios que dejan los extremos un poco al descubierto. Es que la realidad
no es ni blanca ni negra, sino una mezcla de ambos colores. Cuando se aborda el
mundo de los sinónimos, la dificultad se agranda; tanto, que uno termina por
conceder que, en realidad, no existen sinónimos absolutos. Si así fuera, el
sistema, siempre atento a la economía de medios, arrojaría a la basura a todos
menos a uno de ellos. Entre burro y pollino se nos cuelan connotaciones y
contextos que nos permiten mantener ambos términos en el sistema, pero con la
convicción de que no los usamos de la misma forma.
Otras veces -y este es el apunte de hoy- sucede algo
aún más extraño: tratamos de aproximar el significado de palabras que, en
verdad, andan muy alejadas en su significado e intención. ¿O no sucede esto con
FAMA y ÉXITO?
Fama se refiere a la opinión que las gentes tienen de
alguien.
Éxito nos conduce al resultado feliz de un negocio o
de una actuación. Su origen se halla en exitus, salida, final exitoso de
algo.
A día de hoy, el éxito se ha confundido con la fama;
hasta el punto de que, sin fama no hay éxito reconocido. La consecuencia
inmediata es que todo se supedita al reconocimiento inmediato de los demás; y
la mayor inmediatez se consigue a través de los medios de comunicación de
masas, es decir, de aquello que se ve y aquello en lo que se puede intervenir
de manera momentánea para dar nuestra aprobación o mostrar nuestro rechazo. Hoy
el Éxito está en la presencia o en la ausencia de una imagen y de un like.
La escala de valores ha llevado a lo alto de su pirámide a aquellos que más se
muestran en esos medios. Poco importa si su imagen y sus pensamientos aportan
algo o nada a la vida de la comunidad. Todo se ha convertido en una democracia
numérica, en la que vale más nueve que ocho solo por ser un número más alto.
Incluso la democracia política corre el peligro -si no ha caído ya en él- de
reducirse a una simple suma de datos y de números, sin ningún aditamento de
pensamiento más.
Hasta ahora, el éxito parecía tener que venir
precedido de alguna elaboración, ser el resultado de un proceso, aportar algo
nuevo y valioso para la sociedad. Era también algo más consolidado cuando se
conseguía y duraba más tiempo como ejemplo que se podía considerar y hasta
seguir. Me parece que el contenido de éxito se ha ido degradando poco a poco
hasta quedarse reducido al de popular.
De este modo, aquellos términos que en su origen
contenían significados diferenciados ahora se han robado el sitio uno a otro y,
en esta batalla, han ganado por aplastamiento las connotaciones de popularidad.
Cosas de la lengua, que no deja de ser un organismo vivo, que nace, crece, se
desarrolla, cambia y desaparece. Lo malo es que esos cambios muestran los
vaivenes de esta sociedad, tan se repente, tan de relámpago, tan instantánea,
tan inmediata…, tan tonta e imbécil.
Como si no hubiera un más allá y todo se redujera a la
luz del relámpago y a la conveniencia del instante. Como si el mundo de las
ideas y de la elaboración hubiera pasado a mejor vida. Qué pobreza. Esto sí que
es no llegar a fin de mes. Y con lo bien que les viene a algunos que el río
ande revuelto para echar la caña.
En fin.
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