BREVES
Es tiempo de cosecha:
los árboles ya expresan el deseo
de descolgar sus frutos
y darlos en regalos a la tierra.
Así también la paz del ser humano
entregando los bienes que atesora
a los seres que más los necesitan.
Ayer fuimos deseos entretejidos,
un solo afán y un solo pensamiento.
Hoy parecemos polos que se niegan,
cuerpos que visten pieles que se evitan.
Cuerpos que se acostumbran a la
vida,
cuerpos que se acostumbran a la muerte.
Yo busco huellas, y tan solo encuentro
fugaces luces y frecuentes llantos.
Punzadas de dolor
a corazón abierto,
llagas que, en el recuerdo,
curarán deseos.
Ropa tendida al sol:
su blancura despierta
la luz de mi inocencia,
el silencio es mi voz.
A tu lado, la voz se hace
armonía,
el sol se hace arrebol por las mañanas
y las tardes de invierno
se hacen suaves murmullos de contento.
Toda la casa mira en aquel cuadro
donde dormita el poso de tu ausencia.
Cada tarde posee su propio
nombre,
es un valle de ausencias y presencias
en el que van y vienen, sin juntarse,
las sombras persiguiendo al horizonte.
La vida nada sabe
de lo que ha de saber:
pasa, sucede, muda,
y vuelve a suceder.
Me he sentado a pensar en los
recuerdos
que me ofrece la tarde. Tantos años
después, sueño el deseo
de salvar el recuerdo de tu cuerpo.
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