VIVIR EN LA TERNURA Y LA INOCENCIA
Me enternece vivir en la ternura
y dar mi voluntad a la inocencia.
Es tan pobre el poder del pensamiento,
que solo me regala la sospecha
de estar en territorio de la duda.
Entonces, me contemplo a la intemperie,
sin asiento, sin luz, sin horizonte,
y dejo que las puertas abran paso
a aquello que me dicta el corazón,
pues solo se complace en la confianza
de que todo está en manos del amor.
Me disfrazo de niño y mi conciencia
se vuelve delicada, está propensa
al afecto directo y hasta el llanto
se acerca a visitarme, por si acaso
necesita salir en mi rescate.
Y así, libre de culpa e inocente,
camino descuidado por un tiempo,
lejos de toda carga y toda culpa,
como un niño en los brazos de su madre
o la luz que pregona la mañana
y se ofrece doncella al nuevo día.
Es temblor y es ternura en el contento,
y otro saber más puro en la inocencia.
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