martes, 24 de febrero de 2015

EL ESTADO DE LA NACIÓN NO ES EL DEBATE



2015-02-23                    EL ESTADO DE LA NACIÓN NO ES EL DEBATE
Escribo estas líneas de reflexión un día antes de que comience el espectáculo, el bufet libre para la comida de los medios de comunicación, el ojo del cielo para que los ciudadanos se iluminen, la llegada del espíritu santo en forma de paloma vocinglera sobre un estrado, el advenimiento del juicio final en chancletas…, el Debate sobre el estado de la nación.
Todo el mundo sabe cuál es el guion de la película, todos nos conocemos el percal mental con el que cada uno va a acudir a la pasarela. Y, sobre todo, ya conocemos la selección que de la película nos van a trasladar los medios de comunicación, los creadores de opinión y los papagayos varios. De nuevo serán los portavoces y no las ideas los que saldrán a medirse a un cuadrilátero en el que lo importante para la gran mayoría de los tontos es quién ha dado el golpe más certero en el rostro del de enfrente y quién consigue tirar a la lona al oponente. Los espectadores en buena parte aplaudirán con las orejas según su parecer o su afiliación y, al cabo de una semana, después de una gavilla de buenas intenciones en forma de proposiciones, aquí paz y después gloria.
Siempre me he preguntado por qué se visualiza casi todo en la imagen de la lucha y en el resultado de vencedores y vencidos. Y aún más por el entusiasmo con el que son acogidos los golpes bajos por los espectadores presentes y lejanos. ¿Pero no es lo que interesa el estado de la nación?, ¿no son los ciudadanos los destinatarios de lo que allí se acuerde?, ¿no somos todos juntos los que nos beneficiamos o nos perjudicamos con la vida social, con la res publica? ¿Por qué ni siquiera concebimos que un orador agradezca a algún otro los esfuerzos que hace, las aportaciones que propone o la buena voluntad que exhibe para conseguir mejores logros? Es que ni siquiera lo concebimos. Aquí se da por cierto como hecho absoluto que unos están para gobernar y otros para echar por tierra todo lo que se propone. Y, así, andamos sin tregua en una lucha que a mí me desanima, que me aburre y me pone de los nervios, que me aparta y me recluye en mi propio laberinto personal. Creo que esto es mala cosa y no ayuda a vivir con algo de ánimo. Y lo peor es que tengo la impresión de que este estado de agitación y de enemistad lo hemos trasladado a todos los terrenos de la vida. Esto, de ser verdad, sí que empobrece a la comunidad mucho más que el PIB, el POB y toda su parentela. Pero ya se sabe que, para un grupo muy amplio de personas, lo que no son cuentas son cuentos. Pobrecillos.
En ningún caso quiero yo que nadie renuncie a sus ideas (que las tenga, por favor, para poder perderlas o mantenerlas; si no, ni siquiera se puede hablar de esto) ni que no las exponga con firmeza y convicción. Pero, por dios, porque son sus ideas, no por darle un porrazo a su adversario ni por reafirmarse como guía ante los suyos, que es lo único que se hace visible y parece que importa. No se me ocurre cómo yo podría decir amén al índice de ideas? de la derecha: no me encuentro en ellas y casi nada me aproxima. Pero, coño, algo habrá de bueno o de menos malo. Reconózcase, que no se caen los anillos por eso; al revés, se dignifica uno y hasta se compadece del de enfrente. Se lo pido a la izquierda sobre todo: de la otra parte he perdido ya casi toda esperanza pues creo que está en su ADN desbaratar al otro y hacerse los campeones y los jefes a costa de cualquier medio posible. La experiencia es muy tozuda y reveladora.
Es tiempo de campaña todo el año. No sé si aun así habrá gente que asista al espectáculo. Importan los portavoces, por supuesto; pero los portavoces llevan las voces, ponen son y ritmo a unas ideas. ¿A cuáles? Solo los grupos más pequeños se manifiestan algo más coherentes y menos mediáticos, aunque todos arriman el ascua a su sardina. Pero a estos ya ni caso se les hace. De nuevo son los medios los que mandan silencio y cuerpo a tierra. Qué estulticia tan grande, qué mentira tan gorda.
Lo ciclos se repiten sin descanso: la luz vuelve a su sitio cada tarde; los óscar son los reyes de febrero cada año, con el mundo a sus pies y papanatas; don Antonio cumplió su aniversario como siempre en febrero 22;el pan me llega tierno en la mañana; Rubén cumple seis meses…; nada cambia.
La nación se congela y el debate se transforma en un circo con leones que rugen. Hay mucho que cambiar; hay mucho que cambiar; hay mucho que cambiar.

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