2015-02-23 EL ESTADO DE LA NACIÓN NO ES EL DEBATE
Escribo estas líneas de
reflexión un día antes de que comience el espectáculo, el bufet libre para la
comida de los medios de comunicación, el ojo del cielo para que los ciudadanos
se iluminen, la llegada del espíritu santo en forma de paloma vocinglera sobre
un estrado, el advenimiento del juicio final en chancletas…, el Debate sobre el
estado de la nación.
Todo el mundo sabe cuál es el
guion de la película, todos nos conocemos el percal mental con el que cada uno
va a acudir a la pasarela. Y, sobre todo, ya conocemos la selección que de la
película nos van a trasladar los medios de comunicación, los creadores de
opinión y los papagayos varios. De nuevo serán los portavoces y no las ideas
los que saldrán a medirse a un cuadrilátero en el que lo importante para la
gran mayoría de los tontos es quién ha dado el golpe más certero en el rostro
del de enfrente y quién consigue tirar a la lona al oponente. Los espectadores
en buena parte aplaudirán con las orejas según su parecer o su afiliación y, al
cabo de una semana, después de una gavilla de buenas intenciones en forma de
proposiciones, aquí paz y después gloria.
Siempre me he preguntado por
qué se visualiza casi todo en la imagen de la lucha y en el resultado de
vencedores y vencidos. Y aún más por el entusiasmo con el que son acogidos los
golpes bajos por los espectadores presentes y lejanos. ¿Pero no es lo que
interesa el estado de la nación?, ¿no son los ciudadanos los destinatarios de
lo que allí se acuerde?, ¿no somos todos juntos los que nos beneficiamos o nos
perjudicamos con la vida social, con la res
publica? ¿Por qué ni siquiera concebimos que un orador agradezca a algún
otro los esfuerzos que hace, las aportaciones que propone o la buena voluntad
que exhibe para conseguir mejores logros? Es que ni siquiera lo concebimos.
Aquí se da por cierto como hecho absoluto que unos están para gobernar y otros
para echar por tierra todo lo que se propone. Y, así, andamos sin tregua en una
lucha que a mí me desanima, que me aburre y me pone de los nervios, que me
aparta y me recluye en mi propio laberinto personal. Creo que esto es mala cosa
y no ayuda a vivir con algo de ánimo. Y lo peor es que tengo la impresión de
que este estado de agitación y de enemistad lo hemos trasladado a todos los
terrenos de la vida. Esto, de ser verdad, sí que empobrece a la comunidad mucho
más que el PIB, el POB y toda su parentela. Pero ya se sabe que, para un grupo
muy amplio de personas, lo que no son cuentas son cuentos. Pobrecillos.
En ningún caso quiero yo que
nadie renuncie a sus ideas (que las tenga, por favor, para poder perderlas o
mantenerlas; si no, ni siquiera se puede hablar de esto) ni que no las exponga
con firmeza y convicción. Pero, por dios, porque son sus ideas, no por darle un
porrazo a su adversario ni por reafirmarse como guía ante los suyos, que es lo
único que se hace visible y parece que importa. No se me ocurre cómo yo podría
decir amén al índice de ideas? de la derecha: no me encuentro en ellas y casi
nada me aproxima. Pero, coño, algo habrá de bueno o de menos malo. Reconózcase,
que no se caen los anillos por eso; al revés, se dignifica uno y hasta se
compadece del de enfrente. Se lo pido a la izquierda sobre todo: de la otra
parte he perdido ya casi toda esperanza pues creo que está en su ADN desbaratar
al otro y hacerse los campeones y los jefes a costa de cualquier medio posible.
La experiencia es muy tozuda y reveladora.
Es tiempo de campaña todo el año.
No sé si aun así habrá gente que asista al espectáculo. Importan los
portavoces, por supuesto; pero los portavoces llevan las voces, ponen son y
ritmo a unas ideas. ¿A cuáles? Solo los grupos más pequeños se manifiestan algo
más coherentes y menos mediáticos, aunque todos arriman el ascua a su sardina.
Pero a estos ya ni caso se les hace. De nuevo son los medios los que mandan
silencio y cuerpo a tierra. Qué estulticia tan grande, qué mentira tan gorda.
Lo ciclos se repiten sin
descanso: la luz vuelve a su sitio cada tarde; los óscar son los reyes de
febrero cada año, con el mundo a sus pies y papanatas; don Antonio cumplió su
aniversario como siempre en febrero 22;el pan me llega tierno en la mañana; Rubén cumple seis meses…; nada cambia.
La nación se congela y el
debate se transforma en un circo con leones que rugen. Hay mucho que cambiar;
hay mucho que cambiar; hay mucho que cambiar.
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