lunes, 2 de febrero de 2015

NOMBRES ABSTRACTOS


Cuando se estudian las clases de palabras, se suele atacar su conocimiento desde tres planos: forma, función y significación. El tercero de ellos no es muy gramatical que digamos pero siempre está ahí, como para recordarnos que la gramática sin la significación termina quedándose coja siempre.
En el apartado de significación del sustantivo se hace una clasificación atendiendo a diversos rasgos; una de ellas es la que atiende al rasgo de la concreción y de la abstracción. Por eso se habla de sustantivos concretos y abstractos. Su identificación resulta sencilla atendiendo a que se puedan medir, o conocer por los sentidos, o a que no se pueda llegar a ellos desde parámetros medibles. Por eso podemos medir una mesa pero no podemos pedir en justicia un kilo de conciencia, por ejemplo.
La mente humana se mueve con cierta facilidad con los nombres concretos, pero, cuando le toca llamar a la comunicación a los abstractos, entonces el asunto se complica y mucho, hasta dejarnos con frecuencia en la miseria y en la falta de certeza y de precisión. Es ese el momento en el que, si no viene en nuestro auxilio la buena voluntad, se reproducen como hongos los malos entendidos y los ruidos en la comunicación. De hecho, no hay más que acercarse al DRAE y pensar en las definiciones de unos y otros conceptos para comprobar lo que digo.
Por ejemplo, lo hago con el término LIBERTAD. Nadie negará que es un concepto clave en nuestras vidas, que todos lo utilizamos y que a todos se nos llena la boca con él. Y ojalá que así siga siendo. Pues bien, ahí va la primera acepción: “Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.” ¡Cuántos elementos confusos en esta definición! “natural”, solo el “hombre”, “responsable de sus actos”…
Parecería, para empezar, que todos somos libres pues poseemos esa facultad por derecho natural. Enseguida se nos plantea si la posibilidad es lo mismo que la realidad, si todos los seres humanos son realmente libres, y volvemos a plantear la separación entre libertad teórica y libertad real. El asunto ese del “hombre”, incluso para los tecnicismos del término no marcado y demás zarandajas, bueno es cambiarlo por “ser humano” o algo así. Y lo de la “responsabilidad” uno no sabe cómo se puede exigir si no se ha partido de la realidad para ejercer la facultad natural.
Qué difícil resulta definir con precisión un sustantivo abstracto.
Pero es que la práctica nos complica todo un montón. Podemos suponer que poseemos la facultad y que la ejercemos. Vale. ¿En qué condiciones? Para empezar, la libertad es una opción y solo se puede elegir cuando existen varias posibilidades y la conciencia posee el conocimiento y el dominio de esas posibilidades. ¿Qué puedo yo elegir si estoy borracho, por ejemplo? Aunque no sé si alguno no argumentaría que es solo en ese momento cuando me aproximo a la pureza y a la falta de imposiciones para decidir sobre algo. Habría que discutirlo y tal vez añadir que si hay razón y solo hay instinto no es fácil entender la existencia de libertad.
¿Y en otros momentos de euforia?, ¿y en un estadio de fútbol, cuando todo el mundo se desgañita ante un lance del juego?, ¿y en un mitin político en el que el orador nos incita y nos predispone para crear un ambiente de exaltación? En general, en las situaciones en las que la mente se halla demasiado sometida a la emoción, no es fácil entender que crezca la planta de la libertad. Es más probable que estemos ante algo que más bien tiene que ver con la fuerza, con la solidaridad o con el entusiasmo. Pero la libertad es acaso otra cosa.
La libertad tiene terreno abonado en la razón, en la serenidad, en el estudio, en las ideas trabadas, en la ideología, en el silogismo, en el sosiego… Y con todo eso, todavía nos encontraremos con el lastre de tomar una decisión que corre el peligro de no ser la acertada ni la más conveniente.
Tal vez la libertad en realidad no sea más que un proceso y una aproximación a la verdad, un peligro constante de equivocación y un intento de que la supervivencia sea algo más pulida y sólida. No es poco, a pesar de todo.
El ser humano se distingue de los animales esencialmente porque posee el lenguaje. Pero qué pobre e inconcreto es casi siempre ese lenguaje. Tenemos al menos dos armas para defendernos: su estudio y conocimiento, y la buena voluntad, que necesitamos para que la comunicación se pueda mantener y no nos maten los malos entendidos.

P.D. No es un esquema de conferencia (que podía ser), sino algo que practicamos a diario y a cada momento, con mayor o menor éxito. 

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