EN ESE MAR DE NOMBRES Y PALABRAS
Entre
calor y calor, refugio en la biblioteca, ese reducto que guarda los ecos de
todo lugar y todo tiempo, patria común de todos los apátridas, república
distópica en la que los ciudadanos se entienden en las lenguas que en el mundo
han sido, recinto de silencio donde las voces son primero sueño, luego eco y
por fin grito, pero nunca exclusión del contrario.
Aquí
formo diálogo con las palabras que duermen desde todos los siglos, con los
creadores que resisten silenciosos esa “mano de nieve que sabe arrancarlos”,
con los mundos que solo despiertan en la compañía de la imaginación, que vuelan
sin red, que van y vienen en autopistas anchas.
Aquí
vengo a buscarme, a sentir en mí mismo lo que otros me dicen, un mar de nombres
y de palabras, un cielo imaginario que se abre como un pergamino para que en él
se escriba la voz del universo y se multipliquen los mundos.
A
veces, en ese cuadro inmenso, me siento a contemplar en una esquina y allí me
quedo absorto largo rato, cual niño sorprendido ante un misterio.
Luego
vuelven los ruidos, los calores, la vida con vestido de diario, el tráfago sin
pausa, las voces y los ecos en cuadrilla.
“A
distinguir me paro las voces de los ecos”.
1 comentario:
¡Qué lírico y poético te ha salido este precioso párrafo de interior!
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