Como
por casualidad, me entero de que hoy es el día dedicado a LOS ABUELOS. Me
alegra que el calendario guarde una página para aquellos que han vivido muchos
años y que han producido efectos en esa cadena inacabable que es la vida. A mí
me sirve también para que se asome a mi conciencia la certeza de que yo también
pertenezco a este grupo.
No
tuve la suerte de conocer a ninguno de mis abuelos, pero sí la inmensa dicha de
contar con dos nietos, que dan continuación a esa cadena de la que formo y
todos formamos parte.
Casi
todo el mundo reconoce la labor positiva de los abuelos en multitud de facetas
de la vida. No estoy tan seguro de que tengan la recompensa que merecen. La
biología, la escala de valores en la que nos movemos y la rapidez con la que
vivimos todos nos sitúan en un panorama con muchas aristas. La biología es
inexorable y nos muestra cada día que tenemos unos límites evidentes y que cada
hora nos acerca un poco más al abismo de la muerte. Los valores promocionan a
los jóvenes como productores y consumidores con más posibilidades. La
publicidad hace otro tanto. El valor de la experiencia, que tan importante ha
sido a lo largo de los tiempos, anda ahora de capa caída… En fin, que los
abuelos no las tienen todas consigo.
Pero
creo que puedo asegurar que todos los abuelos miran hacia atrás, hacia sus hijos
y hacia sus nietos, con actitud positiva y amorosa. No soy capaz ni siquiera de
imaginar nada en contrario. Las razones pueden ser -y los serán, sin duda- muy
diversas; sin embargo, el resultado es siempre el del consejo, el del abrazo y
el de la complacencia. Los abuelos y los nietos son los brazos que cierran un
círculo vital en el que cabe todo, en el que se resume todo y en el que la vida
se complace y se muestra más amable y próxima a la felicidad. Ambos se
necesitan y ambos ponen en solfa amorosa la aparente seriedad de la vida hasta
convertirla en una suma de momentos en los que rigen otras reglas más
inmediatas que no buscan justificación ni recompensas.
Como
no hay abuelos sin nietos y los nietos serán algún día abuelos, será bueno
compartir la dedicatoria y el día.
Recupero
un poema que intenta justificarlo:
JUGANDO CON RUBÉN Y
CON EL TIEMPO
Para mi nieto Rubén
en su sexto cumpleaños
Y
pasarán los años como pasan
esas
cosas humildes, cotidianas,
que
apenas dejan eco ni nostalgia,
y
acaso te verás como yo ahora.
Imagina
que estamos los dos juntos.
Jugamos
a los juegos que tú quieres.
Yo
me dejo ganar por que tú ganes.
Tú
te sientes feliz y complacido.
Yo
me sueño contento y como en brazos
de
la felicidad. Nada nos llama,
está
todo bien hecho en este mundo.
Pero
en la otra ocasión de la que te hablo
serás
tú quien evoque la nostalgia
al
jugar con un niño muy pequeño,
secreto
agradecido de tu carne.
Verás
como te gana la partida
sin
esforzarse mucho. Sin embargo,
tú
serás tan feliz como yo ahora
y
evocarás también en tu nostalgia
los
días del pasado y del futuro
en
los que tú has jugado a ser el tiempo.
Te
escribo este poema porque quiero
saber
siempre de ti y apenas puedo
dejarte
en el recuerdo estas palabras,
nacidas
del cariño. No las pierdas
y
que evoquen con fuerza cada año
lo
que ya no podré tal vez decirte.
El
tiempo es como un juego permanente
y
yo quiero jugar un largo rato
sintiéndote
a mi lado. Que tu risa
ilumine
tus juegos y mi tiempo.
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