A VUELTAS CON LA IGUALDAD
Se nos llena la boca todo el tiempo
reclamando igualdad y en cuanto abrimos los ojos no observamos más que
desigualdad creciente por todas partes. Y, como nos quedamos casi siempre en el
genérico, apenas echamos nuestro cuarto a espadas para intentar concretar en
qué podría consistir el día a día de esa igualdad.
Será bueno recordar la metáfora
sencilla que nos dice que, en la vida, si se parte de posiciones desiguales,
todo lo demás en mentira podrida y engañifa. Y que también encierra verdad la
afirmación de que unos se esfuerzan más que otros y, por ello, merecen más.
Conjugar ambas realidades es tarea cotidiana para una sana convivencia. Solo
nos queda añadir que, al menos en cronología, partir en igualdad de condiciones
en la carrera de la vida es anterior a lo que suceda en su desarrollo. Por
tanto, convendría no descuidar esta derivada y dedicar nuestros esfuerzos a que
se cumpla en la medida de lo posible.
La realidad nos muestra
machaconamente que hay un grupo social, que se repite y se sucede, al que le
cuesta mucho más conseguir una situación vital confortable. Es ese que se
denomina con frecuencia como PRECARIADO.
¿Quién pertenece a él y cuáles son
sus características? Ahí hay trabajo para sociólogos y politólogos. Hoy solo
quiero anotar algunas necesidades que tienen que ser cubiertas entre todos para
que este grupo social tan numeroso se integre en la comunidad en una situación
confortable y que favorezca -a todos- en la convivencia.
Me gusta el listado que propugna
Guy Standing en su obra El precariado:
«Seguridad económica, tiempo, espacio de calidad, conocimiento y capital
financiero».
La seguridad económica apunta a una
renta básica; el segundo a la inmensa riqueza que supone tener tiempo libre
para ennoblecer la vida individual; el tercero mira a los lugares que deben ser
comunes y públicos en los que todos se nos sintamos dueños copartícipes de esos
bienes; el cuarto, a la riqueza que suponen la curiosidad y el conocimiento,
que han de ser adquiridos por todos y a todos ha de favorecerse el acceso a
ellos; y el último hace referencia a la conciencia de que el camino de
enriquecimiento ha de ser similar en todos y no tan desigual como se puede
comprobar en herencias y en puestos de trabajo desempeñados por muchos que, en
ningún modo, han demostrado ni mejor preparación ni esfuerzo ni cualidades
superiores.
Todo un plan de pensamiento, de
trabajo, de ideología, de programas políticos y de prácticas en el día a día.
De los representantes públicos y de cada uno de nosotros.
Y luego ya viene todo eso de
ponerse verdes, de salir en las fotos y de apuntarse cualquier triunfo, de ir a
tentar a la suerte con una vaca lechera (es lo que acaba de hacer un aspirante
a presidente de la Junta de Andalucía), o, por no irse más lejos, patronear
cofradías primaverales en campos con peñas cruzadas o en marismas, que tanto da.
Banalidades, niñerías, fruslerías, vergüenzas ajenas, comportamientos pueriles.
Nada.
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