lunes, 20 de junio de 2022

ACLIMATARSE

 

 ACLIMATARSE    

Después de una semana larga de infierno, parece que esta primera ola de calor se marcha lejos de estos pagos. Me da miedo pensar que se trata solo de la primera de la temporada. Y todo ello todavía en las vísperas del verano. Como para no creer que las estaciones no son lo que eran y que el verano se estira como los chicles. Soy hombre acobardado con el calor y lo combato mucho peor que el frío y afronto esta temporada casi como de superviviente.

Pero esta no es más que una entradilla personal que tengo que solucionar por mis propios medios. La anécdota, como quiero que suceda siempre, me lleva a la altura de la categoría.

En los últimos días he leído el libro Cómo evitar un desastre climático, de Bill Gates. No será el mejor estudioso la materia, pero tiene acceso inmediato a los estudios y resultados de los mejores especialistas del mundo. Poderoso caballero es don dinero. Por lo demás, tampoco hay que ser ningún genio para notar lo que se nos viene encima si no tomamos conciencia de ello y nos ponemos, sin tardanza, manos a la obra.

Me refiero, claro, al cambio climático y a todas sus innumerables consecuencias, prácticamente todas negativas para la especie humana. Tal vez para el planeta sea solo un pequeño percance del que puede recuperarse, pero para los seres humanos es casi una operación de vida o muerte. Y uno tiene derecho a la autodefensa y a luchar por la supervivencia.

Como sucede casi siempre, se mezclan dos planos de actuación: la actuación colectiva y la personal.

En la colectiva tienen mucho que decir y que decidir los poderes públicos, en cuyas manos están las decisiones más importantes. En la individual se asienta todo aquello que cada individuo puede y debe hacer para que la dificultad no se torne irreversible.

No nos sirve demasiado la discusión interminable (yo la he tenido amistosa este fin de semana) acerca de qué tanto por ciento les corresponde a unos y a otros. En el atolladero estamos metidos todos y no será lo mejor gastar los esfuerzos en saber si son galgos o son podencos.

Sea cual sea la situación en la que cada uno se halle, será bueno tener en cuenta para actuar que son varios los planos en los que hay que ponerse al tajo, para nuestra vida personal o para tratar de influir con nuestros votos, estudios, protestas y demandas en los dirigentes de los países y en los dueños de las grandes compañías. Fabricar materiales, consumir más o menos energía, cultivar y criar de una manera o de otra, regular todo lo que tiene que ver con la movilidad, y poner coto y cabeza en lo que dedicamos a enfriar y a calentar son los apartados que conforman todo el proceso de gasto, de desgaste, de emisión, de calentamiento y de degradación.

Casi todos somos simplemente consumidores de estos elementos, pero nos apela un comportamiento y unos valores morales que, en pequeños granitos de arena, pueden formar hasta una playa, que servirá, con el mismo sol, para coger un cáncer de piel o para refrescarnos. No es lo mismo consumir más o menos carne, no es lo mismo usar el coche para cualquier trayecto, no es lo mismo comprarse ropa solo porque cambia la moda, no es lo mismo tirar comida que no hacerlo, no es lo mismo saberse abrigar que poner la calefacción o el aire acondicionado a todo gas, no es lo mismo…, no es lo mismo gritar y reflexionar que estar callado, no es lo mismo votar a un partido que tiene una orientación que hacerlo a otro que la tiene diferente, no es lo mismo…

No quiero ponerme tan solemne como aquel aspirante a presidente de los Estados Unidos de Norteamérica que afirmaba «no te preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país», pero algo de eso podría servirnos para orientar nuestras conductas en todo a lo que el clima se refiere; que no cambia, como lo hacía hasta ahora, por períodos de larga duración, sino casi de un día para otro.

Como hasta aquí se ha pedido esfuerzo individual, es hora de recordar que lo más importante está en las decisiones que tomen los gobiernos y las grandes corporaciones (hidrocarburos, cereales, construcción, eléctricas, granjas…). Nuestra pequeña fuerza está en las exigencias que les hagamos llegar, con nuestros votos, con nuestras elecciones y con nuestras reflexiones.

No resulta difícil anestesiar a las masas con flases y proclamas inmediatas y egoístas. Las necesidades del día nos impiden ver las necesidades del día siguiente. Pero es que el día siguiente está ya aquí y ha amanecido, aunque nos parezca que estamos en el día anterior. Y cualquiera de estos días no tendrá mañana, si no sabemos levantar la vista y mirar lo que ya nos está poniendo las cosas tan difíciles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tenemos que aclimatarnos a concienciar a nuestros nietos de estas, y muchas otras cosas...a por el cambio, Antonio.