VIVIR SIEMPRE A LA CONTRA
«El consuelo que le queda esta
noche al barcelonismo es, indefectiblemente, soñar con una derrota de un Madrid
que está en la final después de conseguir tres milagrosas remontadas
consecutivas ante el PSG, el Chelsea y el Manchester City. El Liverpool es el aliado de las esperanzas culés.
Triste alivio agarrarse al KO del eterno rival para compensar las desgracias
propias. Pero no hay otra alternativa si se quiere evitar caer en la depresión
futbolística.
El Madrid, en estos siete años de
autodestrucción blaugrana, ha sido capaz de ganar tres Champions seguidas y hoy va a por una cuarta que le
permitiría ampliar su palmarés europeo a 14 trofeos. Que no ganen en París
sería el mejor título del Barça en esta triste temporada. Solo al nivel del ‘no
fichaje’ de Mbappé...».
Copio estos dos párrafos pertenecientes
a un artículo de opinión del director del diario Sport, Lluís Mascaró, del día 28-05-2022. Este día se jugaba la
final de la Champions de fútbol.
Ejemplos de este tipo se pueden encontrar casi a diario en los periódicos
catalanes.
Como se puede leer, en nada se desdibuja
la verdad si se afirma que les vale más el mal ajeno que el bien propio. Es lo
que he llamado en otras ocasiones vivir a la contra. Luego, como se trata de
equipos que ganan con mucha frecuencia, llegan el llanto y el crujir de dientes,
el enfado, el decaimiento y hasta la mala leche. Cuando el rival (en este caso
convertido en enemigo) gana con remontadas, tal vez sin merecimientos aparentes
y con elementos que invocan a la épica y hasta la magia, entonces todo se
vuelve disgusto, cabreo y hasta furia contra no se sabe qué. Y todo ese estado
de ánimo no hace más que enaltecer las sensaciones de los aficionados
ganadores. En fin, toda una liturgia que resume formas de estar en la vida.
Resulta muy grave que haya que estar
aguantando semejantes controversias, que ocupan a casi toda la sociedad y que
no paran, pues se suceden una tras otra. Pero que esto lo aticen directores de
medios de comunicación ya casi no tiene nombre. ¿No tienen bastante con animar
a su equipo y dejar en paz a los demás? Pero si casi les va la vida en ello y
tienen a toda una sociedad detrás. Pues no hay manera. Recuerdan a aquellos
aspirantes a adolescentes que no están contentos si no están peleando con
alguien, aunque no haya ninguna causa que lo motive. Eso sí, tiene que ser
contra otro equipo grande, porque, si no, no se pondrían a la altura del
contrincante. Signo evidente de pequeñez, de provincianismo y de complejo de
inferioridad. O tal vez de entregar toda catadura moral en aras de conseguir
compradores y lectores del periódico. Penoso.
Hay muchas personas que piensan que todo
esto no es otra cosa que rifirrafes propios del mundillo del fútbol y que no va
más allá. Ojalá tengan razón, pero no es lo que yo pienso y veo.
El interés que en esta sociedad
despierta el fútbol trae como consecuencia que todo lo que en él sucede
adquiera gran importancia en el día a día y que termine por trasladar a la
convivencia ese enfrentamiento que sobrepasa todas las barreras del
entretenimiento y de las aficiones lógicas de cada uno. Aquello para lo que los
medios de comunicación sirven de altavoz termina por ejercer una gran
influencia en todos los miembros de la comunidad. ¿No decimos lo mismo de los
personajes públicos? Pue ríanse ustedes del poder de un parlamentario comparado
con el que tiene un futbolista de estos equipos.
Cuando, como es el caso, se trata de un
periódico catalán y catalanista, que orienta sus noticias y comentarios más a
poner en la picota las deficiencias de su enemigo que las virtudes propias, y se
hace el traslado de este estado continuo de opinión a la vida cotidiana, los
resultados que se pueden observar resultan desoladores para la convivencia
social y política.
A los resultados me remito y a lo que
ven mis ojos cada día me someto.
Tal vez, si se analizaran los sermones
casi diarios de algunos medios, encontraríamos alguna explicación de lo que
sucede en otros ambientes y contextos. Sé que apunto a una opinión de largo
alcance, pero cada día estoy más convencido de que es así.
Y las líneas anteriores poco o nada
tienen que ver con que cada cual sea aficionado de un equipo o de otro. Pero
vivir de las desgracias del vecino no hace más que envilecernos a todos. Aúpa
el equipo de cada cual y dejen a los demás en paz, que la vida es algo más que
un deporte y la suma y el respeto han de valer mucho más que la resta, el
resquemor y hasta el odio. A mí me gustaría vivir en una sociedad que sume y se
divierta, y no en una que esté todo el día suspirando por la desgracia y el
fracaso ajenos.
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