Desde hace un par de meses tenía guardado este homenaje a Rafael Álvarez, El Brujo, en su visita a Salamanca. Nunca es tarde si la dicha es buena.
RAFAEL ÁLVAREZ, EL BRUJO, REPRESENTA EN SALAMANCA EL LAZARILLO
MAYO DE 2022
Vestido de Lazarillo
ha llegado a Salamanca
Rafael Álvarez, El
Brujo,
el mejor juglar de España.
Viene desde los madriles,
capital de las Españas.
El palacio de Fonseca
le ha servido de posada
para montar escenario
con obra tan señalada.
Es final de primavera,
el sol ya de retirada,
el claustro lleno de gente
en escena porticada.
Así, entre luces y sombras,
con la noche ya anunciada,
sube El Brujo al
escenario
que entero él solo llenaba.
Allí Lázaro desfila,
allí el ciego peroraba,
allí un clérigo roñoso
que de todos se mofaba,
también lo hace un caballero
vestido solo de fama,
desnudo de lo demás,
salvo de capa y espada.
Rafael Álvarez, El
Brujo,
a todos representaba
y en forma de lazarillo
con los mismos dialogaba.
A todos los pone en solfa,
a todos los criticaba,
con todos hace un retrato
de aquella tan triste España,
perdida en sus apariencias,
en honores y en falacias,
en honras que favorecen
a quien más aparentaba.
Pero el juglar de habla ronca
y de la barba tan blanca
lo que con ansia y esfuerzo
busca y más le interesaba
es hacer presente todo
lo que en la obra se cantaba.
Por eso habla de la forma,
del ritmo, de las palabras,
da nombre a los personajes
famosos en toda España,
cita clérigos, filólogos,
catedráticos de aula,
pintores de brocha fina
de tan alta y larga fama,
no deja para el olvido
ni a políticos ni a nada.
Hasta con los estudiantes
que de la calle llegaban
a hospedarse en el Fonseca,
cumplida ya su jornada,
dialoga y les recomienda
que paguen ya sus entradas
como lo han hecho los otros
que en las sillas se sentaban,
que apaguen también las luces
y que cierren las ventanas
del salón donde a esas horas
tan trasnochadas cenaban.
Con su múltiple presencia
el escenario llenaba
en formas minimalistas,
pues él solo se bastaba
moviéndose sin descanso
y hasta dibujando mapas:
aquí un tajo, esto es Toledo;
un baúl es Salamanca,
y cualquier otro utensilio
Torrijos representaba.
La imaginación, el ritmo,
la conciencia y la palabra.
Así durante dos horas
desmitificando estaba.
Con su arte, con su oficio
y el poder de la palabra
agita y mueve conciencias
de los que el patio llenaban.
Todos aplauden con fuerza,
todos aplauden con gana
cuando El Brujo,
Lazarillo,
del escenario se aparta.
La noche se puso de oro,
la luna estaba cuajada
dando luz a los que alegres
marchaban para su casa.
Rafael Álvarez, El
Brujo,
el mejor juglar de España,
se despidió en el silencio
de la docta Salamanca.
El cielo arrulló en sus brazos
todos los sueños del alma,
los de El Brujo,
los de Lázaro,
los que a justicia llamaban,
los que a renovar invitan
la conciencia y la palabra.
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