lunes, 1 de agosto de 2022

¿VACACIONES?

 

¿VACACIONES?  

El período de esparcimiento por naturaleza son las vacaciones, esos días en los que los horarios y las medidas del tiempo desaparecen; aunque, en realidad, lo que sucede es que la conciencia de nosotros mismos se torna floja y pendulona y da la impresión de que nos da igual so que arre. Porque las normas de rutina se encierran en el cuarto oscuro y hasta da gusto romperlas y hacerlas trizas.

Cualquier tiempo libre -no importa la época- es sinónimo de vacaciones, pero los meses de verano se llevan la palma. Afortunadamente, vivimos una época en la que el derecho a disfrutarlas, en una extensión mayor o menor, se halla muy extendido. Otra cosa es la realidad, la de tantas personas que, o no disponen de ese tiempo libre, o lo tienen todo a su disposición, pero ningún plan ni medios en que gastarlo.

Sigo sin entender la pasión que se desata por la fórmula de vacaciones playeras; sobre todo cuando los días de descanso son pocos, el calor mucho y los atascos todos. Para una semana escasa se gastan los ahorros de no sé cuánto tiempo, se consume un día para la ida y otro para la vuelta, se convierte uno en procesionaria de una hilera interminable de vehículos, se pasa todo el calor del mundo y algo más, se malcome y a deshoras, cuando en el chiringuito se atisba una mesa libre, se duerme poquitas horas, se gastan otros buenos días para descansar cuando se vuelve, se nota uno sin dinero para la cuesta posvacacional y encima dicen que existe un llamado síndrome posvacacional… En fin, todo un jardín de rosas.

¿No se le ha ocurrido a la mitad de esa gente irse a un pueblo y sentarse al serano al anochecer, para contarse todo el tiempo pasado y para arreglar el mundo al compás de una sencilla conversación? ¿Y levantarse temprano para pasear y oler el campo y hasta para hablar con él? ¿Y recorrer las riberas de un riachuelo o darse un chapuzón en cualquier charco perdido? ¿Y sentarse a la sombra de una encina, de un castaño o de un roble para leer un rato o para dejarse llevar por la brisa y el viento?

Sé muy bien que esta fórmula vacacional posee algunas pegas. En primer lugar, cuesta mucho menos dinero; en segundo lugar, es menos estresante; en tercer lugar, es menos ostentosa y podemos presumir menos de ella; en cuarto lugar, movemos menos la economía, gastamos menos y esto, dicen los gurús del asunto, que es malo para el desarrollo y paraliza el progreso.

 Esto último lo dicen ellos; lo demás lo digo y lo aseguro yo.

Lo malo es que ellos mismos afirman que el desarrollismo sin medida solo lleva a la destrucción y al caos, aunque las playas rebosen durante tres meses y se hallen vacías el resto del año. Deberían aclararse un poco y explicarse mejor.

Mientras tanto, en las playas y en el interior, seguimos medio asfixiados de calor, los patrones de comportamiento no se modifican y todos damos golpes de martillo contra un yunque que nos puede convertir en chatarra el día menos pensado.

Buscaré la sombra, me refrescaré en la piscina, pasearé cuando caiga la tarde y llegue la fresca y seguiré medio escondido hasta que el sol quiera apiadarse de mí y deje de sudar la gota gorda.

Había un refrán que rezaba así: «En agosto, frío el rostro» No sé si no habrán cambiado hasta los calendarios.

1 comentario:

Antonio Merino dijo...

Vaya, parece que has puesto fin a tus vacaciones literarias. Bienvenido al mundo de la expresión escrita.