¿VACACIONES?
El período de esparcimiento por
naturaleza son las vacaciones, esos días en los que los horarios y las medidas
del tiempo desaparecen; aunque, en realidad, lo que sucede es que la conciencia
de nosotros mismos se torna floja y pendulona y da la impresión de que nos da
igual so que arre. Porque las normas de rutina se encierran en el cuarto oscuro
y hasta da gusto romperlas y hacerlas trizas.
Cualquier tiempo libre -no importa
la época- es sinónimo de vacaciones, pero los meses de verano se llevan la
palma. Afortunadamente, vivimos una época en la que el derecho a disfrutarlas,
en una extensión mayor o menor, se halla muy extendido. Otra cosa es la
realidad, la de tantas personas que, o no disponen de ese tiempo libre, o lo tienen
todo a su disposición, pero ningún plan ni medios en que gastarlo.
Sigo sin entender la pasión que se
desata por la fórmula de vacaciones playeras; sobre todo cuando los días de
descanso son pocos, el calor mucho y los atascos todos. Para una semana escasa
se gastan los ahorros de no sé cuánto tiempo, se consume un día para la ida y
otro para la vuelta, se convierte uno en procesionaria de una hilera
interminable de vehículos, se pasa todo el calor del mundo y algo más, se
malcome y a deshoras, cuando en el chiringuito se atisba una mesa libre, se
duerme poquitas horas, se gastan otros buenos días para descansar cuando se
vuelve, se nota uno sin dinero para la cuesta posvacacional y encima dicen que
existe un llamado síndrome posvacacional… En fin, todo un jardín de rosas.
¿No se le ha ocurrido a la mitad de
esa gente irse a un pueblo y sentarse al serano al anochecer, para contarse
todo el tiempo pasado y para arreglar el mundo al compás de una sencilla
conversación? ¿Y levantarse temprano para pasear y oler el campo y hasta para
hablar con él? ¿Y recorrer las riberas de un riachuelo o darse un chapuzón en
cualquier charco perdido? ¿Y sentarse a la sombra de una encina, de un castaño
o de un roble para leer un rato o para dejarse llevar por la brisa y el viento?
Sé muy bien que esta fórmula
vacacional posee algunas pegas. En primer lugar, cuesta mucho menos dinero; en
segundo lugar, es menos estresante; en tercer lugar, es menos ostentosa y
podemos presumir menos de ella; en cuarto lugar, movemos menos la economía,
gastamos menos y esto, dicen los gurús del asunto, que es malo para el desarrollo
y paraliza el progreso.
Esto último lo dicen ellos; lo demás lo digo y
lo aseguro yo.
Lo malo es que ellos mismos afirman
que el desarrollismo sin medida solo lleva a la destrucción y al caos, aunque
las playas rebosen durante tres meses y se hallen vacías el resto del año. Deberían
aclararse un poco y explicarse mejor.
Mientras tanto, en las playas y en
el interior, seguimos medio asfixiados de calor, los patrones de comportamiento
no se modifican y todos damos golpes de martillo contra un yunque que nos puede
convertir en chatarra el día menos pensado.
Buscaré la sombra, me refrescaré en
la piscina, pasearé cuando caiga la tarde y llegue la fresca y seguiré medio
escondido hasta que el sol quiera apiadarse de mí y deje de sudar la gota
gorda.
Había un refrán que rezaba así: «En
agosto, frío el rostro» No sé si no habrán cambiado hasta los calendarios.
1 comentario:
Vaya, parece que has puesto fin a tus vacaciones literarias. Bienvenido al mundo de la expresión escrita.
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