DE PRINCIPIOS Y CONSECUENCIAS
Esto del verano da
para muchas cosas. Uno puede desajustar los horarios, inventarse piscinas y
duchas para darle esquinazo a los calores, caminar por la sombra por la misma
razón, aflojar las prisas, pasear por montes, ríos o montañas, darle al palique
sin fines aparentes… En fin, que lo que no se nos va en lágrimas se nos va en
suspiros y lo que nos quitamos de un lado lo ponemos en otro.
Es el caso que, en uno
de estos días, al amparo de unas cañas, alguien, empeñado en que yo le puedo enseñar
cosas, me incitó a que le propusiera tema de conversación. ¡Enseñar yo, a estas
alturas y a estas harturas!
Lo malo es que a uno
le va la marcha y entra al trapo enseguida. Así que, al cabo de pocos segundos,
le puse encima de la mesa la siguiente propuesta: «¿Hay que realizar las obras
(el comportamiento diario) atendiendo a unos principios morales y éticos previos,
o hay que ejecutarlas pensando en las consecuencias que van a producir?».
Se me quedó mirando
con ojos de extrañeza, como quien ve llegar un bulto y no sabe lo que se le viene
encima y tardó en contestarme: «Yo, siempre que hago algo, lo hago pensando en
las consecuencias que puede acarrear y en si va a ser bueno o malo para mí y
para los demás».
Enseguida le contesté:
«Pero si no te basas en unos principios morales y éticos previos, solo vas a usar
criterios de utilidad; y eso se aproxima mucho al egoísmo. Además -la miré con
algo de malicia- te has quedado sin principios, te has convertido en una mujer
sin principios».
Su cara ya mostraba un
retrato colorido de sorpresa y de no saber dónde meterse.
«Y tú, ¿qué piensas de
todo esto?».
Me devolvía la patata
caliente y me quemaba en las manos.
«Yo no me he
manifestado ni a favor ni en contra de ninguna de las dos posturas. Es más, el
asunto daría para muchas cañas y para muchos postres».
Su rostro pareció
aliviarse un poco. La incité a que pensara un poco en ello y a que, para las próximas
cañas propusiera alguna solución.
Siento que, si ella no
aporta alguna solución, yo tampoco voy a ser capaz de hacerlo. Lo que sí sé es
que esta es otra forma de tomar cañas en verano. Y hasta en invierno.
Atendiendo a una
solución u otra, se nos presenta una ética determinada que afecta a todos los
actos de nuestra vida. Y esto sí que ya tiene peso y hondura.
Las cañas refrescan el
cuerpo, las ideas hacen otro tanto con las mentes. Y no hacen falta tantos
desplazamientos, ni playas abarrotadas, ni ingresos por turismo, ni derroches o
desajustes naturales, ni… O sea, que no está tan mal.
1 comentario:
Cuando hay cabeza para pensar, darle al coco es un entretenimiento
Publicar un comentario