Esta piel que se
abrasa llamada España anda tendida en las playas, escondiéndose donde puede de
los azotes del sol, tras cualquier charanga que ameniza las más variadas
fiestas populares o degustando una paella compartida. Qué sé yo. El país entero
está en fiestas. Es el mes de agosto.
En alguna ocasión he
dicho y escrito que, en este país, en el mes de agosto, todo anda en período de
restricciones, sobre todo en lo que a administración se refiere. Por exagerar
un poco, pero no mucho, es mejor dejar el hecho de morirse para otro mes porque
se corre el peligro de no encontrar personal pare el entierro.
En cambio, otros
aspectos encuentran el contexto del desparrame, de la exageración, del
despelote, de la masificación. Ahí están las ciudades costeras, ahí los
festivales, ahí los festejos de todo tipo.
Parece como si esta
piel de toro hubiera hecho el paréntesis estival de cada año para transformarse
en un trampantojo que anda a su aire y a su bola. Es este un país de contrastes
y de exageraciones. Me cuentan que estos días hay en Málaga dos visitantes por
cada cinco malagueños. Imagínense. Y no es, ni mucho menos, el ejemplo más
llamativo.
Por detrás de todo
ello, como a escondidas, se teje todo el paño del panorama político para los
próximos años: los partidos políticos rastrean adhesiones o encuentran rechazos,
se dan de bruces con peticiones o exhiben sus exigencias. Todo un barullo para
poner en marcha las nuevas Cortes. Ahí, a la vuelta de la esquina, sin que ni
siquiera haya tiempo para que nos dé un respiro la última ola de calor. El
resultado parece confuso y la pelota está en el alero. Muy pronto saldremos de
dudas.
Se dice que el
distanciamiento entre los representantes públicos y el resto de la población es
grande. Yo no puedo asegurarlo. Sí me parece claro que este mes de agosto que
se agranda la distancia. Son el descanso y los festejos los que mandan y ocupan
la atención del personal. Lo demás puede esperar.
El ciclo del duro
estío se acaba en el calendario -15 de julio a 15 de agosto-, aunque el sol no
se haya enterado y siga mandándonos sus rayos sin piedad alguna. Hoy y mañana y
pasado, todo fiesta y holgorio. Después, enseguida, la vuelta, el retorno, la
rutina, la liga, los horarios…, la nostalgia del agua y del tinto de verano…, y
el darse de bruces con la realidad más agrietada.
Como dijo el poeta
Miguel Hernández, «lo que haya de venir aquí lo espero / cultivando el romero y
la pobreza. / Aquí de nuevo empieza el orden, / se reanuda el reposo, por
yerros alterado, / mi vida humilde y, por humilde, muda. / Y Dios dirá, que
está siempre callado».
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