viernes, 4 de agosto de 2023

SUPERVIVENCIA, INTELIGENCIA, RAZÓN, FELICIDAD

 

 SUPERVIVENCIA, INTELIGENCIA, RAZÓN. FELICIDAD

                   Para Manolo Casadiego, que me prestó el pie de pensamiento

Agosto, mes con nombre de Augusto, días de estío, horas en las que todo se agosta, semanas en las que todo se paraliza, momentos en los que un tanto por ciento indefinido de la población se marcha a hacerse sitio al lado de otros cuerpos en las playas, final de proyectos que a veces duran todo el año en preparación… Días que dan incluso para pensar un rato.

El contexto en el que vivimos nos invita a creer que al menos rayamos la felicidad. ¿Por qué? Porque cumplimos con alguna holgura los elementos básicos que configuran ese estado de felicidad. ¿Cuáles? Saciar con suficiencia el hambre, saciar la sed y saciar el apetito sexual.

Es bastante para la supervivencia. Y, sin embargo, enseguida nos quedaremos insatisfechos, como con esa comezón que nos recuerda que nos falta algo, que eso es poca cosa.

Los humanos del contexto occidental nos hemos creado otras ocupaciones añadidas a esas que componen el primer nivel de felicidad, nivel que, en distintas medidas, comparte el resto de animales. Nosotros somos sobre todo seres consumidores, compradores de productos, como los que marcan las modas. También de las vacaciones. En cuanto hemos superado ese nivel exigido para la supervivencia, nos hemos convertido en una sociedad de consumidores, con todas las sumisiones que ello comporta. En esa sociedad de consumidores, la felicidad se busca en lo inmediato en lo de aquí, en lo que pide el instinto. El instinto, el deseo y la satisfacción material andan en el mis o nivel, lejos de cualquier otra meta que nos haga pensar, pesar y sopesar.

Lo malo de todo esto es que esta carrera no tiene límites ni meta, pues cuanto más consumimos, más nos incitan y en más cantidad seguimos consumiendo. De manera que aquello que parecía felicidad se convierte en una infelicidad, y, además, en grado permanente y constante. Porque no solo somos consumidores, es que, además, lo somos de manera compulsiva, haciendo prevalecer la escala de valores de las masas frente al pensamiento individual. O, si se quiere, dicho de otra manera, dando poder y mando a la moda y a sus caprichos. De esta manera, nuestra escala de valores corre el peligro de convertirse en la suma de preceptos que contenga el código social impuesto.

Para rematar el recorrido, habrá que tener en cuenta que esas modas están dirigidas, guiadas y reguladas por aquellos que poseen los medios económicos y los de comunicación. Por eso, estamos en peligro de convertirnos en objetos, en objetos de consumo, además de en sujetos de lo mismo.

Ante tal peligro, ¿qué hacer? La pregunta del millón.

Algún indicio en forma de esquema.

. Sería bueno distinguir entre impulso, inteligencia y razón.

. Si no embridamos los instintos, estamos en el nivel del resto de animales.

. La inteligencia -por más que nos resulte positiva, y lo es- posee un fin práctico, pues está al servicio de la supervivencia del que la posee y la desarrolla. Piénsese que los animales también son inteligentes, por más que su inteligencia esté menos desarrollada que la humana.

. La razón lo que busca es la reflexión, por encima de la supervivencia, anhela la verdad, aunque esta aparentemente no favorezca en su uso concreto al que razona.

. Vivimos un tiempo en el que el ser humano goza de más tiempo libre que nunca. La consecuencia lógica debería ser la de un mayor espacio y una mayor importancia para el razonamiento. La realidad más bien nos presenta un panorama bien distinto: nuestra cultura parece cada día más consumista e irreflexiva.

. El ser humano se está convirtiendo en un ser vacío, es decir, sin conciencia de su vivir, de su existencia, por la falta de razón. El ritmo de vida, los deseos inmediatos, el estrés… no dejan espacio para la serenidad y el alcance del pensamiento.

. Todo el mundo es mercancía para todo el mundo. Todos somos mercancía y esto nos lleva a la preeminencia de la inteligencia como utilidad frente a la fuerza de la razón

. De ello se deduce un distanciamiento cada vez mayor entre los seres humanos (a pesar de los atascos playeros y del culo al lado del culo).

. A pesar de ser cada vez más seres en este pequeño planeta, cada día andamos más solos, más olvidados de los demás.

. Este vacío de cultivo de la razón nos lleva a la necesidad de que sea llenado por otros vacíos conducidos por la utilidad y explotados por los poderes sociales. En verano, el turismo de masas es un buen ejemplo. O los macroconciertos. O mil ejemplos más.

. ¿Dónde ha quedado el ser humano, inteligente, sí, pero con capacidad para razonar?

. Hoy, como siempre, la necesidad de la razón se hace imperiosa.

Y un añadido como ejemplo definitivo: Escucho y veo que EEUU, Luxemburgo y Catar (¡tres de los países con mayor renta per cápita en el mundo!) han gastado, de lo que produce el planeta, lo que les correspondía para un año en menos de tres meses. Qué casualidad. Frente a ellos, los países pobres nunca gastarán lo que les corresponde: el patrón del dinero y de esta sociedad sin sentido no se lo permite. ¿Vivimos por encima de nuestras posibilidades, o no? Claro que, solo un minuto después veo dar cifras de los tropecientos millones de turistas que ya nos han visitado y los cuantiosos gastos que nos han dejado. ¡Contradicción tras contradicción!

Inteligencia sí, pero, sobre todo, razón. El panorama que se pinta no es precisamente positivo. Pero ya me dirán. Venga, a poner la sombrilla y al botellón.

1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Menos es más. Cada uno. No esperemos a que los demás comiencen.