EL LABERINTO DEL MAL EN EL MUNDO
Confusa y desolada está mi mente
ante el mal que nos hiere y que nos daña:
ni Dios en sus poderes lo comprende,
pues no lo manda al reino de la nada.
Me confunde si Dios quiere y no puede.
Si Dios puede y no quiere, me defrauda.
Si ni puede ni quiere, me entristece.
Que quiera y pueda Dios y no lo haga
me hunde en la miseria y el fracaso.
Tres caminos tan negros los primeros
que suspenden el pálpito en mi ánimo.
Uno más es el cuarto, que me deja
perdido, sin un rumbo verdadero.
Esto, perdona, Dios, no hay quien lo
entienda.
«No hay mal que por bien no venga».
A otro con esas consejas.
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