viernes, 19 de enero de 2024

EL CASINO OBRERO

 EL CASINO OBRERO

Hoy tocan asuntos locales, pero que también tienen, creo, un valor simbólico importante. En diversos medios se publica la noticia de que el Casino Obrero de Béjar corre el peligro de desaparecer si no se solucionan algunas dificultades acuciantes. Esencialmente (la causalidad es siempre múltiple) son estas: falta de socios (van desapareciendo los existentes y no se apuntan nuevos, sobre todo jóvenes); situación económica muy delicada como consecuencia de lo anterior; dificultad y casi imposibilidad de renovar la junta directiva por falta de voluntarios para ello. A ello me permito añadir la situación física del edificio, muy deteriorada, y el ritmo de asistencia de gente a los diversos actos que allí se programan.

La situación se viene agravando desde hace ya bastantes años, pero ahora el enfermo parece que ha entrado en la UVI y no tiene sencilla recuperación.

El Casino Obrero de Béjar ha venido marcando en el último siglo y medio el pulso de la actividad lúdica y cultural de esta ciudad estrecha y sus salas y paredes conservan el olor de muchas palabras y hechos importantes. Su pérdida, si finalmente se produce, será algo que dejará huella negativa durante mucho tiempo.

Pero si este centro ha sido el pulso de lo que ha pasado en la ciudad, seguro que también lo es de lo que está sucediendo en la actualidad. De modo que sería bueno analizar con calma cada uno de los síntomas apuntados al comienzo par poder entender si este enfermo puede salir de los cuidados intensivos en los que se halla.

No sería lo peor reflexionar acerca de los contextos más amplios en los que este centro y todos los similares se crearon y se han desarrollado. Aquellos «Instrucción, Moralidad y Recreo» que se idearon como fines no parece que sean los mismos ni sean idénticos después de pasado siglo y medio. El análisis sería largo, pero tal vez nos iluminaría para entender todo lo de ahora.

La misma reflexión cabría hacerse acerca de la población de la que se nutre, más reducida y envejecida en la actualidad y con otros medios de "instrucción, moralidad y recreo" a su alcance. Siempre he pensado que esta ciudad ha vivido demasiado en la ensoñación del pasado, de un pasado importante en lo económico y hasta en lo social; pero que se ha venido a menos y que, con la pérdida del monocultivo textil, no tiene visos de reciclarse como tantas veces. Es este un capítulo largo, pero esencial para entender todo lo que pasa aquí.

Pero concentremos el foco y vengamos a lo más próximo y concreto.

Solo hay una posibilidad de aumentar el número de socios, encontrarlos entre la gente joven. A mi modo de ver, existen dos dificultades casi insalvables. Una es que no se ofrecen actividades “propias” de esas edades. Tampoco estoy seguro de que estos centros tengan que dedicar sus esfuerzos en facilitar este tipo de “recreo”. La segunda es que, si en los más mayores la gama de posibilidades para la distracción ha aumentado con los años, en los más jóvenes esto es aún mucho más evidente.

La cuota que se paga por ser socio del Obrero es casi simbólica, pero parece que hay gentes que hasta en estas pequeñas cantidades ponen reparos, seguramente porque las necesidades acucian por todas partes. A pesar de todo, no me parece que esta sea la principal dificultad; de modo que, si se lograra atraer a más socios, estos no pondrían pegas por el esfuerzo económico que supone.

He apuntado como tercer inconveniente la dificultad enorme que supone encontrar socios que se quieran implicar en la dirección del Casino. De hecho, hay personas que repiten y llevan en el cargo un puñado de años por no encontrar relevo. ¿Por qué no hay socios dispuestos a participar en la junta directiva? Seguro que se pueden hallar muchas causas de que esto ocurra, pero creo que todas vienen a concluir que el estado de ánimo general no es el de que el Casino ahora signifique algo imprescindible en la vida de esta ciudad estrecha, el común de los ciudadanos se siente desligado de lo que ha sido y es el Casino. Y esto es lo que tiene mayor alcance.

Este centro de cultura y recreo tiene, desde hace muchos años, dos focos de actividad: el salón de juegos y la sala de exposiciones. En ambas salas se desarrollan también todos los actos culturales: presentaciones de libros, exposiciones, conferencias… La biblioteca, tan importante en otros tiempos, ha dejado de poseer la presencia numerosa de socios. La diversidad de elementos técnicos explica en buena parte que así sea. Son los juegos de cartas los que más personas convocan; pero, si reducimos este centro cultural a la organización de campeonatos de cartas, lo estamos empobreciendo demasiado y asimilándolo a un lugar cualquiera. Resulta evidente que la asistencia de gente a las conferencias y presentaciones de libros escasea, a pesar de que el número de publicaciones en esta ciudad es muy numeroso. Pero la asistencia resulta ser casi siempre la de los familiares o la de aquellos nostálgicos que se complacen en ver en imágenes lugares, edificios o fotografías de aquello que un día fue, pero que ya no es. De tal manera, que más parecen acudir por amistad o nostalgia y reconocimiento personal que por el posible valor cultural de lo que allí se expone. Como, además, para dar un cobijo mínimo de asistentes, lo mismo se permite la presencia de socios como la de no socios, pocos se sienten impelidos a apuntarse como socios.

Reconozco que este apartado es el que a mí me produce un mayor desasosiego porque me parece que muestra el escaso valor que se le concede a la cultura como tal, rebajándola a niveles solo de amistad o de nostalgia. Si tuviera razón, estaríamos en la constatación de que esto es una pescadilla que se muerde la cola: no se le da valor a la cultura por sí misma (no se acude salvo que se presente algo de un amigo o de un vecino), no se discrimina entre socios y no socios para cubrir un mínimo de asistentes, el número de socios se reduce, los asociados envejecen y su número decrece, el dinero necesario no aparece, todo se desdibuja, se pierde la conexión entre el centro y la sociedad, existen otros medios en los que concretar el mundo la instrucción y, sobre todo el recreo… Y así hasta asomarnos al abismo.

La vida sigue y el tiempo gira. Nada es eterno y torres más altas han caído. Pero esta no es una torre cualquiera en la historia de esta ciudad, es la que han ido tejiendo nuestros antepasados más próximos, la que nos explica un poco a todos.

A la historia general hay que añadir la historia particular. Yo ya he ejercido un par de veces en la junta directiva. Me cuesta mucho imaginarme volviendo a arrimar un poco el hombro; sobre todo, porque  me parece que ese esfuerzo se va casi todo en las cartas y en asuntos similares. Para eso, casi que mejor no, aunque aplaudo a los que lo hacen posible. Mi experiencia como actuante en juntas directivas, presentaciones, conferencias, coloquios, actuaciones musicales… es bastante extensa. Pero también tengo que reconocer que mi ánimo se viene abajo si pongo memoria a la asistencia a los mismos. Me dolería que ese espacio se cerrara para estos usos. Pero tal vez sea yo quien ande en las nubes y no reconozca que lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible.

Sé que las juntas directivas regalan sus mejores intenciones y sus mejores esfuerzos. Las de los últimos años no lo han tenido precisamente fácil. Merecen todos mis reconocimientos. Habrá que ver si no se nos convierte el Casino Obrero en otro espacio de tiempo en el que indagar, dentro de algunos años, tal o cual hecho para recordarlo y para volver a vivir otros ratos de nostalgia.

La reflexión acerca de todo esto compete a toda la comunidad, a los socios y a los no socios, a los particulares y a las instituciones, a todos. A ello quedamos invitados.

Sea lo que sea, el cómputo de responsabilidades, de éxitos y de fracasos corresponde a todos, a esta comunidad de la ciudad estrecha que tanto se complace en echar culpas a los demás sin arrimar algún atisbo de reflexión y de solución.

Veremos.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Sería imperdonable que se cerrara el Casino de Béjar, algo tendremos que hacer. Propongo una reunión de gente interesada en este asunto, que creo que unos pocos seremos, para que podamos encontrar alguna solución y promover proyectos culturales contando con los colegios de la zona, para atraer a los jóvenes que son el futuro del casino.