viernes, 16 de febrero de 2024

DE GOBIERNOS Y GOBERNADORES (II)

 DE GOBIERNOS Y GOBERNADORES (II)

No se discute mucho (por evidente) que la segunda parte del Quijote resulta mucho más elaborada y reflexiva que la primera. A mí no me cabe ninguna duda al respecto. Dentro de esta segunda parte, todos los capítulos que discurren en el castillo de los malhadados duques (siempre queda la sospecha de si hay referencia indirecta a los duques de Béjar, sus primeros benefactores) podrían recopilarse en una narración completa y aislada de todo lo demás.

El caso es que a todos los sucesos en él acaecidos pone fin la salida de don Quijote y de Sancho, su escudero, camino de Barcelona, dirección elegida por descarte, con tal de «sacar mentiroso a aquel nuevo historiador que tanto decían que lo vituperaba». Y, oh el don de la libertad. Los dos personajes nos dan muestra de su encarecimiento. Estos son sus testimonios.

En cuanto es rescatado Sancho con su jumento de la caída en la cueva y llega al palacio de los duques, no pierde el tiempo para manifestarse así: «-Yo, señores, porque lo quiso así vuestra grandeza, sin ningún merecimiento mío, fui a gobernar vuestra ínsula Barataria, en la cual entré desnudo, y desnudo me hallo: ni pierdo ni gano. Si he gobernado bien o mal, testigos he tenido delante, que dirán lo que quisieren (…). Y así, antes que diese conmigo al través el gobierno, he querido yo dar con el gobierno al través, y ayer de mañana dejé la ínsula como la hallé. (…) Salí, como digo, de la ínsula sin otro acompañamiento que el de mi rucio…» (II, 55).

Y don Quijote: «Cuando don Quijote se vio en la campaña rasa (…), le pareció que estaba en su centro y que los espíritus se le renovaban para proseguir de nuevo el asunto de las caballerías, y volviéndose a Sancho dijo: -La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres» (II,58).

¿De qué libertad nos hablan los dos personajes? Porque hay libertades físicas, morales, amorosas…, y políticas. Me parece claro que la libertad de Sancho apunta más a la no sujeción a imposiciones para conseguir una buena posición social y económica. La de don Quijote invoca un mundo más amplio en el que el ánimo y el espíritu se hallan libres de ataduras, salvo las que le dicta su ánimo, para realizar un proyecto vital. En todo caso, cada cual puede extraer las enseñanzas oportunas y elegir las que mejor se le acomoden.

La lectura y la reflexión me han pillado en unos momentos en los que algún regidor del ayuntamiento de la ciudad estrecha en la que me voy haciendo viejo podría arrimarse un poco a las consideraciones de Sancho y actuar en consecuencia. Reitero las palabras: El que tenga oídos que oiga. Pero, si va a decir verdad, a veces, esperar buenos resultados es pensar en lo excusado.

Pero la consideración se puede ampliar a todos los contextos y niveles de la vida y de la representación pública. Y privada. A veces las manos se pegan tanto al poder, que no hay manera de despegarlas de él.

Y mejor pronto que tarde, porque en la tardanza está el peligro, y los que buscan aventuras no siempre las hallan buenas, y quien yerra y se enmienda a Dios se encomienda. Vale.

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