DE GOBIERNOS Y GOBERNADORES (II)
No se discute mucho (por evidente) que la segunda
parte del Quijote resulta mucho más elaborada y reflexiva que la primera. A mí
no me cabe ninguna duda al respecto. Dentro de esta segunda parte, todos los
capítulos que discurren en el castillo de los malhadados duques (siempre queda
la sospecha de si hay referencia indirecta a los duques de Béjar, sus primeros
benefactores) podrían recopilarse en una narración completa y aislada de todo
lo demás.
El caso es que a todos los sucesos en él acaecidos
pone fin la salida de don Quijote y de Sancho, su escudero, camino de
Barcelona, dirección elegida por descarte, con tal de «sacar mentiroso a aquel
nuevo historiador que tanto decían que lo vituperaba». Y, oh el don de la
libertad. Los dos personajes nos dan muestra de su encarecimiento. Estos son
sus testimonios.
En cuanto es rescatado Sancho con su jumento de la
caída en la cueva y llega al palacio de los duques, no pierde el tiempo para
manifestarse así: «-Yo, señores, porque lo quiso así vuestra grandeza, sin
ningún merecimiento mío, fui a gobernar vuestra ínsula Barataria, en la cual
entré desnudo, y desnudo me hallo: ni pierdo ni gano. Si he gobernado bien o
mal, testigos he tenido delante, que dirán lo que quisieren (…). Y así, antes
que diese conmigo al través el gobierno, he querido yo dar con el gobierno al
través, y ayer de mañana dejé la ínsula como la hallé. (…) Salí, como digo, de
la ínsula sin otro acompañamiento que el de mi rucio…» (II, 55).
Y don Quijote: «Cuando don Quijote se vio en la
campaña rasa (…), le pareció que estaba en su centro y que los espíritus se le
renovaban para proseguir de nuevo el asunto de las caballerías, y volviéndose a
Sancho dijo: -La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los
hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que
encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se
puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor
mal que puede venir a los hombres» (II,58).
¿De qué libertad nos hablan los dos personajes? Porque
hay libertades físicas, morales, amorosas…, y políticas. Me parece claro que la
libertad de Sancho apunta más a la no sujeción a imposiciones para conseguir
una buena posición social y económica. La de don Quijote invoca un mundo más
amplio en el que el ánimo y el espíritu se hallan libres de ataduras, salvo las
que le dicta su ánimo, para realizar un proyecto vital. En todo caso, cada cual
puede extraer las enseñanzas oportunas y elegir las que mejor se le acomoden.
La lectura y la reflexión me han pillado en unos
momentos en los que algún regidor del ayuntamiento de la ciudad estrecha en la
que me voy haciendo viejo podría arrimarse un poco a las consideraciones de
Sancho y actuar en consecuencia. Reitero las palabras: El que tenga oídos que
oiga. Pero, si va a decir verdad, a veces, esperar buenos resultados es pensar
en lo excusado.
Pero la consideración se puede ampliar a todos los
contextos y niveles de la vida y de la representación pública. Y privada. A
veces las manos se pegan tanto al poder, que no hay manera de despegarlas de
él.
Y mejor pronto que tarde, porque en la tardanza está
el peligro, y los que buscan aventuras no siempre las hallan buenas, y quien
yerra y se enmienda a Dios se encomienda. Vale.
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