lunes, 12 de febrero de 2024

KAN MA KAN

 KAN MA KAN

 No, no sé árabe, y bien que me vendría conocer esa lengua, esa forma de ver el mundo, esa manera de darle forma y ese mar del que mi lengua materna toma muchísimas palabras. Pero hay muchas fuentes de donde beber. La traducción, me dicen, podría ser algo así como «era así, no era así», algo parecido al comienzo de nuestros cuentos: «érase una vez…».

Hoy me sirve de entradilla para considerar un par de cosas.

La primera es el valor de la imaginación y la ventana que tenemos que abrir a la diversidad y a la multiplicidad de opiniones ante la realidad. Estoy, de nuevo, engolfado, sí, engolfado, en la lectura del Quijote y en pocas creaciones se muestra como en esta la diversidad de interpretaciones ante la realidad. De tal manera lo hace, que todo el texto está atravesado por la aparente dicotomía entre una visión pegada a la realidad y otra llevada de la mano por la imaginación. Y bien se echa de ver que, lo que permanece en el tiempo es esa osadía de tratar de eliminar la visión de la realidad desde la imaginación (mundo de los caballeros andantes), pero precisamente desde ese mismo mundo de la imaginación que representa nuestro caballero. La mejor vuelta de tuerca de la literatura, los pájaros a las escopetas y el mundo al revés, la fantasía entre las manos y el logro de todos los logros.

Y lo que se ejemplifica con el Quijote se puede extender a las demás obras de creación, con mayor o menor valía o concreción. De ello podíamos concluir que la literatura abre un mundo de posibilidades, de interpretaciones y de variantes que, tomadas con criterio y buena voluntad, empujan a la tolerancia y al concierto entre las personas.

La segunda consideración me lleva a pensar en la naturaleza humana como algo complejo y plural. Porque no siempre somos el mismo, sino uno distinto según el momento y las circunstancias en las que nos desenvolvemos. Somos como el conjunto de una biblioteca cuyos volúmenes nos animan en un sentido o en otro. Si esto fuera verdad, tal vez habría que ir desterrando de nosotros y de nuestros pensamientos las ideas absolutas y los comportamientos excluyentes y abrir canales de comunicación y de convivencia que sumen aguas de distintas purezas.

Y lo que se ejemplifica en el mundo en general, y mucho más en estos momentos, no es precisamente esto; más bien apuntamos a la polarización, a la exclusión, a la descalificación del adversario, a que nos interese más el fracaso del otro que nuestro propio éxito o el bienestar de la comunidad. ¿En qué se resuelven, si no, buena parte de las campañas electorales? ¿Y las competiciones deportivas? ¿Y las actuaciones parlamentarias o de otras instituciones más reducidas?

Todos somos uno y muchos, somos la suma de numerosos elementos que nos conforman, acarreamos contradicciones continuas, se nos descosen los vestidos por todas partes, nuestra razón llega hasta donde llega y no es mucho, los conceptos absolutos no son para mentes reducidas como las humanas…

¿Por qué, entonces, no conceder espacio a las dudas, a la imaginación, a la ayuda de los demás, a la creación literaria que nos trae interpretaciones diferentes del mundo, a la multipolaridad frente a la bipolaridad, a la mano abierta frente al rechazo absoluto, a la buena voluntad y a las aspiraciones comunes, al plural frente al singular, al nosotros frente al yo…?

Don Quijote es un buen representante de toda esta voluntad y de este esfuerzo por regalar todos sus esfuerzos a los demás, y, especialmente, a los más necesitados. Y todo, sin ninguna exigencia, con la voluntad decidida de mejorar el mundo.

Entre este ejemplo de nuestra literatura y lo que se observa cada día se hunden diferencias muy notables. Y todo ello sin querer cortar con el mismo patrón ni a todos los seres de ficción ni a todos los representados ni representantes. Porque diferencias, haberlas haylas, claro.

Deberíamos propiciar un simposio clásico entre lo que es y vemos y el érase una vez o kan ma kan. Entre trago y trago, acaso rebajaríamos las tensiones y veríamos el mundo algo más gris y menos borrascoso.

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