viernes, 26 de abril de 2024

COM-PASIÓN

 

COM-PASIÓN

Me gusta tomar distancia ante los acontecimientos antes de atreverme a echar mi cuarto a espadas acerca de los mismos; creo que con ello se gana un poco en objetividad y en calma. Esta vez me cuesta un poco más y no me resisto.

Ayer por la tarde el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hizo pública una carta en la que anunciaba que se tomaba cinco días de reflexión antes de comunicar si seguía en su cargo o lo dejaba. Aducía razones de tipo personal y familiar, centradas en las críticas gratuitas (no se ha presentado ninguna prueba) de un sindicato de extrema derecha por supuestas actividades de tráfico de influencias de su esposa. El hecho se encuadra en un contexto, ya muy largo, de tensión entre los parlamentarios y partidos políticos, que vienen utilizando un tono de discusión que no alcanza ni el peor y más extraño bar a media noche.

No tengo ni idea acerca de qué va a salir de todo esto, ni tampoco si existe alguna sombra de duda; pero algo sí hay seguro: que no existe ninguna prueba, que el grado de polarización en la vida pública se ha vuelto insoportable, que la derecha y la extrema derecha vuelven a demostrar que no tienen ideas sino intereses, y que todo les sirve con tal de alcanzar sus objetivos, que no parecen ser otros que derribar políticamente al Gobierno establecido en el Parlamento.

Muchas de las reacciones a este anuncio acusan al presidente del Gobierno de victimismo e incluso repiten aquella frase tan manida de que «a la política se viene ya llorado». Casi siempre son los mismos que luego se ponen bajo el paso en las procesiones y se dan golpes de pecho, los mismos que se escandalizan por cualquier cosa y hablan de compasión mientras se olvidan de que esa es una de las claves de su doctrina evangélica. Curiosamente, se olvidan de aplicarla cuando les toca a ellos ese menester.

En todo lo que se refiere al aspecto humano, yo, que me siento dominado por la emoción unas cuantas veces cada día, comprendo totalmente a una persona que dice estar cansado y no aguanta más ese nivel de asechanzas continuo y ese suelo de barro y de fango en el que todo vale con tal de alcanzar cualquier objetivo.

El esquema, por lo demás, se repite en todos los niveles y en cualquier ámbito, en la vida nacional, en la vida local y en cualquier otro contexto. La consecuencia inmediata y altamente negativa es que mucha de la gente más valiosa se retira de la noble participación pública, por no tener que aguantar ni asistir a esta falta de razonamiento y a este hartazgo de maledicencias.

Cualquiera que sea la decisión que tome Pedro Sánchez debilitará la imagen de la democracia. Si se va, porque parecerá que da la razón a los contrarios a esta democracia, cuyo fundamento está en el Parlamento y no en las asechanzas. Si se queda, por la debilidad ante los mismos adversarios. No me encaja que la decisión no se haya tomado en el final de un período; por ejemplo, al final de estos procesos electorales en los que andamos inmersos.

A la espera de los acontecimientos, tanto políticos como judiciales, mi ánimo para una persona que pone por encima del rédito político la ética personal. Cualquier político, antes que político ha de ser persona, con sentimientos y con principios. Mi aplauso y mi apoyo. Mi com-pasión, en sentido etimológico.

Sí advierto de la existencia de un peligro para él y para los que le apoyamos: la comprensión y hasta la adhesión no debe ser inquebrantable. Ese tipo de adhesiones pertenece a otros tiempos y a otros regímenes políticos. Se trata de com-prender y de com-padecer esta situación, no de dar ninguna carta blanca para el resto de los días. Esas cartas blancas producen en los que las reciben la tentación de olvidarse de que todos somos limitados, de que nos equivocamos también y de que nos debemos a los demás en tanto que los representamos. O sea, que estaremos de acuerdo cuando lo estemos y creamos que debemos estarlo.

En este caso y, a la vista de los hechos, yo estoy al lado de la persona de Pedro Sánchez y de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno.

Por lo demás, el tiempo pasará, que es lo que siempre pasa, y se sucederán los hechos, y nos haremos más viejos, y el mundo seguirá dando vueltas en un vaivén de intercambios, que deberían conducir siempre a la mejora de la comunidad y no al vencimiento de ninguno de sus elementos.

¿No se puede apelar para ello de nuevo al sentido común y a la buena voluntad?

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