En el diccionario de la RAE, este término se define
así: 1. M. Biol. Ácido desoxirribonucleico. 2. M. Esencia, naturaleza de
alguien o de algo.
La primera acepción, como corresponde, obedece a la
etimología, mientras que el segundo obedece a desviaciones significativas
impuestas por la historia del término.
Así que vayamos a su origen. La historia de su origen,
de sus propiedades y modificaciones, de sus funciones e interacciones y hasta
de sus aplicaciones no tiene límites y hay que dejársela a los más conspicuos
microbiólogos y otros especialistas. Yo ni me atrevo a asomarme a ella, si no
es como simple curioso.
Pues en estos tiempos parece que han salido entendidos
y superespecialistas en esto del ADN como salen las setas en otoño. Y no estoy
pensando, claro, en los especialistas de verdad -de esos siempre andamos
escasos-, sino a ese atajo de atrevidos que vulgarizan el término como si de
comer un trozo de pan se tratara. Son, ya se habrá adivinado, personas y
personajillos que merodean en el mundo del deporte; más en concreto, del
fútbol.
Creo que no invento nada si afirmo que son algunos
equipos de fútbol los que se han apropiado de eso que llaman ADN, como si de un
cuerpo cualquiera se tratara. «Ese es el ADN Barça», se dice, se repite y se
proclama hasta casi el infinito. Creo que, con algo menos de ruido, también se
defiende para otros equipos, pero estoy dispuesto a conceder que sea con la
misma intensidad. De hecho, acabo de leer esto referido al Madrid: «esta
camiseta no sabrá conjugar el verbo rendirse». Ahí
es nada. Lo que
importa no es tanto el ejemplo como el concepto.
O sea, que esa entidad, ese cuerpo social funciona
como un cuerpo real, de carne y hueso, sufre las mismas enfermedades, se
constipa entero, se juntó en conspiración desde el origen, sufre las mismas
transformaciones, si se modifica uno se modifican los demás (como gemelos o
siameses) y están todos dispuestos a colaborar en las mismas aplicaciones.
Mucha tela todo este asunto. Para una masa social amplia, imaginarse tal cosa
es algo más intenso y extraordinario que tratar de comprender el funcionamiento
de cualquier secta, incluso de la más dogmatizada.
Y digo yo que si esto del ADN no impedirá que cada
persona piense y actúe por su cuenta, sin ese seguidismo pastueño que aniquila
la voluntad y nos convierte en animalitos de pelo blanco, balando al ritmo que
marque el director de orquesta.
Seguro que estoy equivocado y esto no es más que un
peldaño más en el discurrir de la ciencia, que anda enfrascada en descubrir el
ADN en grupos sociales. El siguiente escalón seguro que nos llevará al ADN de
la humanidad entera.
Extraordinario descubrimiento este, si llega a
concretarse. Está uno en ascuas.
Esto del mundo del fútbol no deja de ser un campo
extraordinario para la ciencia y el pensamiento. Hay que recordar que en él se
ha inventado también un sistema filosófico llamado Cholismo, que consiste nada
menos (extraordinario y elaboradísimo descubrimiento) que en ir «partido a
partido». Ríete de Platón, de Tomás de Aquino y de Kant juntos.
En realidad, no sabemos apreciar lo que tenemos. Yo
ando confuso porque no sé muy bien si tengo ADN de Valero, bejarano o bejaraui.
¿Alguien podría ayudarme?
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