martes, 2 de abril de 2024

CULTURA DE LA MUERTE

 CULTURA DE LA MUERTE

En esta ciudad estrecha, como en tantas otras, se han suspendido casi todos los actos procesionales de la Semana Santa. La meteorología adversa ha obligado a ello. Desde hace algunos años, se celebra una representación pública de la muerte de Cristo que aquí llaman La sentencia. También ha sido suspendida. No he asistido nunca ni tengo especial interés en acudir a verla, pero me cuentan que cada año crece la asistencia. No me sorprende en absoluto que así sea. Quédese al margen el respeto a todos los que quieran hacerlo. Están en su derecho.

De la anécdota se pasa a la categoría, al observar en qué medida se practica y se acompaña todo aquello que tiene que ver con la muerte y qué poco, en comparación, con aquello que exalta la vida y la resurrección. Desde el punto de vista religioso, todo debería tener como fin la exaltación de la vida, de la resurrección, de la victoria contra la muerte, del gozo frente a la tristeza, de la victoria frente a la derrota. Pues ya se ve que, en las representaciones de Semana Santa, sucede todo lo contrario: la muerte, el sufrimiento, las efigies de dolor y el ambiente de casi susto y miedo andan por las calles, y todos los acompañantes parecen figurantes en una representación teatral que mucho tiene de tragedia y poco o nada de comedia.

Esta cultura nuestra está cuajada de ejemplos de culto a la muerte, somos seres para la muerte y los ejemplos se multiplican en los ritos: Semana Santa, entierros, gallos, matanzas… Demasiados ritos en los que la muerte anda por los pasillos y por las calles. Encajar esto en una religión que aspira a la vida eterna a mí me cuesta mucho, acaso demasiado. Serán los límites de mi razón. Serán.

Los sociólogos estudian todas las variables que engloba este fenómeno de la Semana Santa, y señalan un buen puñado de ellas. Siempre la causalidad es múltiple y conviene no extraer consecuencias absolutas ni definitivas, porque podrán resultar falsas, o al menos incompletas. Pero el ambiente sí parece teñido de sentido negativo y de exaltación del dolor frente a la alegría de la vida. Y, para más sorpresa, se sitúa toda esta celebración en los días en que la luz de la primavera nos empuja al gozo del triunfo de la naturaleza. Será que los caminos de Dios son inescrutables. Será.

Pero tras las causas están las consecuencias, las conclusiones que de ello podamos extraer. Y entonces se nos abre otro abanico amplio de pensamientos y de reflexiones que apuntan, al menos en alguna de sus variables, a una colectividad más dócil y hasta asustada, más manejable desde todos los puntos de vista y menos dispuesta al pensamiento personal.

Que cada uno abra la ventana, mire al campo y decida.

A una de las personas que participa en la representación de La sentencia (una gran actriz, por cierto) le expresé una vez mi deseo de que no sentencien a nadie, sino que perdonen a todo el mundo y animen a la concordia y a la vida gozosa y positiva. Me miró con cara de asentimiento y me rogó que lo mirara solo como una representación artística. No le niego tal valor ni a esta representación ni a todas las demás de las que procesionan todos estos días. Tan solo pido entender algo que me produce extrañeza y contradicción. Será que mi inteligencia no da para más.

Prometo seguir pensando en ello. Supongo que los demás harán lo mismo.

Me resulta inevitable pedir auxilio a las palabras del maestro don Antonio Machado: «Oh, no eres tú mi cantar, / no puedo cantar ni quiero / a ese Jesús del madero, / sino al que anduvo en la mar…».

1 comentario:

Jesús Majada dijo...

Hoy me he enterado de que en un pueblo de Córdoba, más o menos como Béjar de grande, hay una aplicación de móvil sobre la muerte: quién ha fallecido, cuándo, lugar y hora del funeral, etc...