jueves, 2 de agosto de 2012

LADRONES DE GUANTE BLANCO


Da igual que ganemos medallas, que haga frío o calor, que funcionen los principios básicos o no, que… El caso es que el mundo sigue impávido ante el robo continuo al que está sometido en sus unidades más desfavorecidas. Tal vez lo peor es que muchas de esas unidades, integradas en la pobreza y en el proletariado que no llega a fin de mes, parece que anda aplaudiendo con verdadero entusiasmo y jaleando al ladrón.
Existe robar como verbo general pero se utiliza mucho menos el adjetivo robador, e incluso, cuando se utiliza, se hace con connotaciones positivas (“el fementido robador de Europa” mitológico, por ejemplo). En latín existen fur y latro para denominar a los ladrones. El fur (furtivo) sencillamente se lo llevaba (de fero) y el latro (de lateo) se ocultaba, se lo llevaba y lo escondía. Luego usamos las raíces griegas en contextos más exquisitos, como para quedar bien y leídos: cleptómano o cleptocracia, por ejemplo. En francés incluso parecen más sofisticados y robar (voler) hace referencia a la palma de la mano (latín vola), se lo llevaba también, en todo caso.
En fin, me permito esta digresión etimológica par indicar que existen ladrones calzados en el idioma de muchas maneras, pero con el mismo fin: el de lucrarse y llevarse la parte del león en este asunto del dinero y de la propiedad en la que este mundo parece que se ha simplificado.
Sobre el término de más éxito, ladrón, se podría desplegar toda una batería de variantes que pululan por los mercados y por las calles: ladrón de gallinas, ladrón de guante blanco, ladrón de corazones…
Conviene instalarse en la cuadrilla de mayor éxito, en las plazas de primera categoría, en las mejores ferias del país, en las mejores bolsas del mercado. La recompensa social es absolutamente desigual. Solo el ladrón de guante blanco es el que sale por la puerta grande, el que es llevado a hombros por los mozos que no tienen para pagar una entrada de sol y que aguardan las migajas del triunfador. Se ganan muy bien el pan no permitiendo que al ídolo lo  maltrate nadie y ellos son sus mejores guardianes en el trayecto de la tarde triunfal.
Las referencias bíblicas no les son del todo favorables pues los echaron del templo a patada limpia y los condenaron al fuego eterno con todas las papeletas de la rifa. Ellos han sabido darle la vuelta a la situación de manera extraordinaria pues se suelen manifestar como los mejores defensores de las doctrinas que es su día los condenaba. Los aparatos de la ortodoxia están con ellos y son sus mejores parapetos. Tienen a su servicio una legión de soldados como guardia personal y nada indica que la guerra la puedan perder si no es por abandono y por aniquilación del contrario, en cuyo caso la guerra ya no tendrá lugar.
Pero muy poco importa. Todo sigue su curso y nadie tiene culpa de nada. O tal vez la tengamos todos un poquito.

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