Roberto
Saviano ha vuelto a darnos un bofetón en la cara con la publicación de su
reportaje, o su ensayo -me parece que su estructura se parece más a estos
géneros que al de la novela- “Cero, Cero, Cero”. De nuevo el mundo
de la droga se ha convertido en el eje de sus ocupaciones y de su mensaje. No
sé si con esta obra conseguirá un impacto tan fuerte como con Gomorra,
pero a mí me ha dejado de nuevo tambaleando y como de un aire.
Todo
lo que en el libro se cuenta se conoce a grandes rasgos, pero todo junto y en
aluvión parece que te inunda y que te ahoga, te acongoja y te deja sin
resuello. El mundo de la fabricación, de la distribución, de los negocios que
genera, de los clanes y cárteles que multiplica, las voluntades que corrompe,
la deformación moral que provoca, la cantidad de poderes que supedita, del
orden mundial que descoloca, cumplen como la solución de un ingente
rompecabezas que viene a explicar mucho de lo que de importancia sucede en el
mundo ahora mismo.
Todo
ello está contado desde la situación de un hombre que vive en el escondrijo, al
acecho del asesinato y de la muerte. De la propia más que de la ajena. Y que
llega a preguntarse muchas veces qué le mueve a hacer y a escribir lo que
escribe y si realmente merece la pena. Hasta el punto de que termina por
sentirse un poco por encima del bien y del mal y concede que es la propia
inercia la que le empuja a seguir en la lucha y en la misión semirredentora de
quien avisa de casi todo lo que sucede, con el ánimo de morder en el
entendimiento del lector y de cambiar su actitud y hasta su participación en
todo lo que este mundo del narcotráfico supone.
Colombia
y Perú pueden ser los originales, pero nada comparado con lo que está
ocurriendo en Méjico, antesala del comercio de los EEUU. Algo parecido, aunque
con menor intensidad, se produce en todo el Caribe y en Europa, con sus puntos
calientes en Italia y en España, puertas de entrada y sede de demasiados grupos
mafiosos. El mundo de la distribución al por mayor, como siempre, se queda con
la mejor parte, y es en él en el que se producen las mayores barbaridades.
El
libro de Saviano recorre numerosos aspectos, pero se olvida de uno que me
parece esencial: solo se refiere a él de manera momentánea cuando evoca la
imagen de la City de Londres a la hora del descanso, con los brokers
necesitados de reunir fuerzas de cualquier manera para seguir la jornada en el
mundo de la especulación. Se trata del análisis de las personas que consumen la
cocaína y las demás drogas, y del mundo y de la escala de valores que hacen esto
posible en forma tan compulsiva. Tal vez en un testo no se puede abarcar todo.
Pero es la otra cara de la moneda. Porque no tiene sentido la preparación de la
droga y la distribución sin su consumo.
El
libro me parece absolutamente revelador para mover las conciencias y para
agradecer que gente como Saviano se ocupe de las bases que realmente mueven las
columnas fundamentales y más pesadas de este mundo nuestro tan deficiente y a
la vez tan apasionante.
No
puedo por menos de copiar algunas de sus líneas.
Por
ejemplo: “El mundo contemporáneo empieza ahí, en ese Big Bang moderno, origen
de los flujos financieros inmediatos. Choque de ideologías, choque de
civilizaciones, conflictos religiosos y culturales, son los capítulos del
mundo. Pero si se observan a través de la herida de los capitales criminales,
todos los vectores y los movimientos se convierten en otra cosa. Si se ignora
el poder criminal de los cárteles, todos los comentarios y las interpretaciones
sobre la crisis parecen basarse en un equívoco. Ese poder hay que mirarlo,
clavarle la mirada en el rostro, en los ojos, para entenderlo. Ha construido el
mundo moderno, ha engendrado un nuevo cosmos. El Big Bang ha partido de aquí.”
Pg. 52.
O
estas otras palabras: “Puedes pensar que ocuparte de todo esto es una manera de
redimir al mundo. Y a lo mejor en parte es así (…) Pero la verdad, obviamente
mi verdad, es que solo hay un motivo por el que decides permanecer dentro de
estas historias de hampa y traficantes, de empresariado criminal y matanzas.
Huir de todo consuelo. Decretar la inexistencia absoluta de cualquier bálsamo
para la vida. Saber que lo que sabrás no hará que te sientas mejor. Y sin
embargo tratas continuamente de saberlo. Y cuando lo sabes empiezas a
desarrollar cierto desprecio por las cosas. Y al decir cosas me refiero
justamente a eso, las cosas. Llegas a saber enseguida cómo están hechas las
cosas, cuál es su origen, cómo van a acabar.” Pg. 105.
Y
estas: “Respeto: palabra manchada por el uso que de ella hacen las mafias de
todo el mundo (…) En cambio, quien se pone de parte de la justicia pierde muy a
menudo incluso esa certeza. ¿Qué le queda? ¿Puede una opción de libertad
transformarse en la soledad más radical? ¿Puede un acto de justicia verse
recompensado con la infelicidad? Invisibles. Como fantasmas. Como las sombras
del averno. Pienso a menudo en ello cuando, en mi interior, trato de saldar
cuentas con quien me acusa de haber tenido demasiada atención pública. Nada
reemplaza a los amigos que se pierden, las ciudades abandonadas, los colores,
los sabores, las voces, el uso de un cuerpo que puede moverse libremente,
caminar, sentarse en un murete para mirar el mar, sentir el viento penetrando
en la ropa. La atención pública puede pesar sobre uno como una especie de
prisión. Pero es también pariente del respeto. La atención te transmite que mi
existencia cuenta para los demás. Te dice que existes.” Pg. 257.
Y
para terminar y no alargar demasiado las citas: “Nada es más poderoso que la
lectura, nadie es más embustero que quien afirma que leer un libro es un gesto
pasivo. Leer, sentir, estudiar, entender es el único modo de construir vida más
allá de la vida, vida junto a la vida. Leer es un acto peligroso porque da
forma y dimensión a las palabras, las encarna y las dispersa en todas
direcciones. Lo pone todo patas arriba, hace caer de los bolsillos del mundo
monedas y billetes de polvo. (…) Conocer es empezar a cambiar.”Pg. 483.
Yo
puedo jurar que he leído este libro con atención, con admiración y con mucha
rabia.
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