Me encoge el frío y me disgustan
los soberbios. Llevamos un invierno benigno y suave, pero varios meses de
inflación palabrera y de muestrario y escaparate de soberbia. El frío, a pesar
de todo, lo soporto mejor: alguna camiseta térmica, gorro calado y ganas de que
me dé el aire; no hace falta más. Los gestos de soberbia los aguanto peor
porque no sé cómo combatirlos y porque me parecen indicios no de tormenta
pasajera sino de ciclón anclado en las Azores y con voluntad de permanencia (siempre
puede mostrarse más sereno quien tiene más fondo de armario de donde sacar ropa
y razones). Por eso espero que estos días de frío se pasen pronto y que vuelvan
los días templados que anuncian la primavera y la explosión de la naturaleza
(otro milagro de la primavera).
No tengo tan seguro que vaya a
suceder lo mismo en algunos asuntos públicos que se concretan estos días. Pienso
en las negociaciones que se desarrollan entre los partidos Podemos y Partido
Socialista. Y en ese cara a cara creo ver un mucho de insolencia en la nueva
formación de Podemos, al menos en su dirigente principal. No sé si a la vida se
puede uno echar con ínfulas y hasta con despecho, pero a mí no me llegan esas
formas. Y mira que muchas de sus propuestas me parecen llamativas, atractivas y
animosas. Pero siempre me resulta de mayor alcance el que cede que el que
exige, el que, cuando llega nuevo a un sitio, procura aprender y no se pone ya
desde el primer momento a dirigir la orquesta. No sé, me gustaría ver un poco más
de humildad en las palabras y, sobre todo, en las intenciones. Acaso sus formas
no sean distintas a esas que en otros ámbitos se llevan y que producen buenos
resultados. No creo, sin embargo, que en la política todo sea alcanzar buenos
resultados. Sigo siendo clásico en esto: descripción de la realidad, análisis,
ideología, práctica política basada en la ideología. Lo de los resultados y los
cargos es ya otra cosa de menor categoría. Por eso tal vez no soy político de
cargo.
Creo que se va a perder una ocasión
de oro para darle una vuelta de tuerca a este país en las formas y en los
contenidos, de ponerlo un poco más al día y de quitarle las ropas mugrosas de
los últimos años. Pero todo con armonía, sin sobresaltos y sin marcar pecho y
territorio.
En esta ocasión -acaso me
equivoco, pero es lo que veo- el otro partido en cuestión, el socialista,
mantiene mejor el tipo y embrida algo más las formas.
En cualquier intercambio y trato
en la vida, no es mejor el que más pecho saca sino el más templado, el que más
sabe ceder en apariencia y el más predispuesto a que lo importante sea la foto
panorámica y el bien a largo plazo. La presión de lo inmediato es enorme,
muchos se dejan la piel por el camino. Pero el tiempo devuelve los cuerpos a
las playas y entonces no todos poseen la misma dignidad. Claro que no.
Veremos lo que pasa.
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