miércoles, 3 de noviembre de 2021

CHÁNDALES

CHÁNDALES

Claro que, unos pasos más adelante, me da por fijarme en mi propia vestimenta. Visto chándal marrón, camisa del mismo color y chaqueta negra; y calzo unas zapatillas que uso desde hace varios años y que se ajustan a mi pie perfectamente. Abriga ya todo como lo que es apropiado para el invierno, pues la vestimenta del verano ya no se me pega a la piel como deseo y quiero.

Juro que el chándal no está roto y que me ha de durar varias temporadas más, a pesar del empeño de mis allegados en que use otro que me han comprado no hace mucho. Me resisto a estrenar el nuevo porque creo que no lo necesito y porque me sirve para argumentar la necesidad de no gastar más que lo que realmente sea necesario: no encuentro forma menos mala para mostrar un poco de respeto a nuestro planeta y para asegurar una vida algo más saludable que el de gastar menos. O acaso no debería tirarme el pego y sea simplemente la inercia y la vagancia la que me haga repetir siempre la misma indumentaria, qué sé yo. Qué dirán los del PIB y los del crecimiento económico, me van a correr a palos.

Y, mirando mi chándal y su utilidad, me dejo llevar otra vez por el camino etimológico y rastreo el valor primero de la palabra. Después, recorro con ella el camino que la ha llevado hasta el presente, en su forma y en sus modificaciones de significado. Lo he hecho varias veces ante mis alumnos, como muestra de los cambios inevitables de la lengua, que, como cualquier ser vivo, nace, crece, se multiplica y muere.

CHÁNDAL. Acudo al DRAE: (Del francés chandail, jersey de los vendedores de verdura). Ropa deportiva que consta de un pantalón y de una chaqueta o jersey amplios. La primera acepción, claro, es la fetén; la segunda refleja el significado actual.

O sea, que ese traje, tan deportivo él y tan universal, tan de tono festivo y alegre, resulta que se refiere a una vestimenta especial de vendedores de verdura. Y todo para no ponerse perdidos con la verdura y poderse cambiar al volver a casa. Pero, agárrense las manos y tápense la nariz: chándal es abreviatura de marchand d´ail, o sea, mercader o vendedor de ajos. Como para no cambiarse de ropa y lavarse bien las manos. De modo que voy vestido con una indumentaria propia de los vendedores de ajos y de verduras en general. Y así jóvenes y viejos, grandes y chicos, hombres y mujeres en todo el ancho mundo, tanto en los días de san Juan, en los que se recoge el ajo, como en el resto del año.

Menos mal que me miro y, al menos, no descubro ningún roto ni en el pantalón ni en la camisa de mi chándal. Pero me imagino que la moda, esa fiebre que empuja a seguir como ovejas lo que nos mandan desde los focos de la publicidad y del dinero, sobre todo a los jóvenes y a los que poseen una coraza mental y cultural menos fuerte contra los rayos luminosos de fuera, andará ya en el diseño de los chándales con rotos y con hilos colgando que dejen media pierna al aire.

Me volveré a fijar en las muchachas de los pantalones rotos para preguntarles por sus chándales. Su uso o desuso será un buen termómetro para medir la temperatura de la moda en lo que al chándal se refiere.

Yo lavaré bien mi chándal y mi boca, por si acaso queda por ahí algún rastro de olor a ajos.

3 comentarios:

mojadopapel dijo...

¡Qué gracioso y simpático este texto!...me ha divertido.

mojadopapel dijo...

Te iba a decir...¡Qué gracioso es este post!...pero me he cortado un pelín para buscar la palabra apropiada en español. Por cierto, ya que estamos ¿de dónde proviene la palabra "post"?

Antonio dijo...

Esto nos lleva a la lengua del imperio y no estoy por la labor. Pero parece fácil: piensa en todo lo que tiene que ver con la "posta" de correos. Desde ahí, a entrada, entrega...