martes, 2 de noviembre de 2021

PANTALONES

PANTALONES

Hace frío cuando salgo a la calle. Son los primeros días otoñales en los que sentimos la ausencia de un  verano que cada año dura más. De pronto, apenas dar vuelta a la esquina, aparece un grupo de chicas, tal vez quinceañeras, que se dirigen seguramente a su centro de estudios. Me fijo en su vestimenta. Dos de ellas llevan sus pantalones con unos rotos enormes y unos hilos colgando. Enseguida me aseguro de que esa rotura viene de fábrica, y es más que probable que hayan tenido que pagar un precio mayor precisamente por estar confeccionados con esos ostensibles rotos, que dejan a las chicas con media pierna al aire. Es la moda. Se llevan así. Hay que seguir al rebaño y estar a la bajura de las circunstancias. Vaya por Dios. Que no se resfríen. Y que no confundan un resfriado con la infección del virus de la Covid.

Me quedo pensando en esa palabra que designa a una pieza de vestir tan universal y tan variada:  PANTALÓN. Cómo cambian los tiempos. A veces se hacen circulares y vuelven, nostálgicos, a su origen.

Parece demostrado que la palabra de marras procede del italiano Pantaleon o Pantaleone, nada menos que un personaje ridículo, viejo avaro veneciano de la Commedia dell’Arte, del siglo diecisiete. La revolución francesa lo adaptó para referirse a aquellos sans culottes, paisanos de las clases bajas que no se podían permitir abrigarse con un culotte, o sea, los artesanos y trabajadores menos remunerados. Y de ahí, a nuestro castellano, en el que, de rondón, se ha colado hasta convertirse en figura universal, interclasista e intercultural, que no puede faltar ni en las mujeres de más avanzada edad. Tanta fuerza ha llegado a tener que se convirtió en símbolo de fortaleza o de flaqueza, según los casos: "Llevar los pantalones", "Bajarse los pantalones".

La variedad, como corresponde a una sociedad con abundancia, es enorme y ya no sirve solo el genérico pantalón, ahora hay que buscarle formas diferentes para que, como la gripe, cada año se pueda anunciar con algún aditamento nuevo y así obligar a los adictos a la moda a comprar (palabra que forma doblete con comparar), a efectuar una compra más, aunque la necesidad brille por su ausencia. Es lo mismo que hacen los equipos de fútbol con sus camisetas.

Y ahí andamos, con la moda y con los pantalones a cuestas, con rotos y sin romper, altos y bajos, con botones o sin botones, con cremallera o sin ella, con doblez o sin ella, lisos o arrugados…

Cuando yo era niño, se usaban pantalones cortos con una raja en el trasero. Imagínense con qué utilidad. Se conoce que ya era un anuncio de los pantalones que hoy están llenos de rotos. O tal vez no.

Siento que los fríos vientos serranos ayuden a coger resfriados a estas muchachas quinceañeras. Pero parece que lo están deseando: antes se remendaban los rotos; ahora se pagan a buen precio los que ya vienen de fábrica.

La Historia, la moda, el sistema social, la silueta de esas jóvenes, mi nieta también con pantalones rotos… Y yo buscándole tres pies al gato en etimologías y en sorpresas callejeras.

Me voy a abrigar, que viene el frío y no quiero vestirme de romano.

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