CON LAS MANOS EN LA MASA
El concepto de tiempo me puede. Lo
hace porque lo siento tan necesario como imposible. El tiempo es solo esa
coordenada difusa que cada uno de nosotros va creando con sus obras a lo largo
de la vida. Por eso, el tiempo, su definición y su dimensión, son diferentes
según los sujetos y sus realidades. Tal vez lo que más se acerca a eso que
llamamos tiempo sea la suma de las actividades de cada cual. Si así fuera o
fuese, tal vez deberíamos preocuparnos más por los componentes que por la suma,
pues esa suma no es más que un constructo ideal. Me pegará el maestro Kant con
sus a priori, pero yo me dejo azotar.
Por ejemplo, el dinero. Suelo
andar despreocupado del vil metal, o eso puede parecer, porque mis gastos
personales son pocos y mi escala de valores me hace ser un poco tacañillo. Pero
debo reconocer que su posesión da posibilidades que sin ella no se podrían ni
soñar. Con la posesión de cualquier cosa, se puede empezar a ejercer el juego
de las posibilidades y de las elecciones.
Así, con cincuenta euros, por
ejemplo, puedo pensar en acercarme a un centro comercial y asomarme a las
estanterías. Estas naranjas no me gustan mucho, pues las últimas destilaban
poco zumo. Podría comprar una caja de leche desnatada, pero de esta marca, que
tiene un sabor algo distinto. Me apetecen unos bombones de chocolate, aunque no
sean lo mejor para el peso. No me apetecen esos yogures porque tienen lactosa.
Mejor los pimientos rojos que los verdes. ¿Por qué no un poco de empanada y
tenemos la cena hecha? Y con una botella de vino… Y así, por pasillos y
estanterías, hasta que el carro se vea casi lleno y habremos jugado a las posibilidades
de esto sí, esto no; aquello también, y lo de más allá, para otro día.
A la llegada a la caja, la
realidad tal vez nos juegue una mala pasada y nos recuerde que, con cincuenta
euros, no se puede ir muy lejos ni ejercer en demasía la elección de productos.
Acaso incluso el cajero o la cajera nos inviten a devolver la mitad de los productos
porque el billete no nos alcanza. No importa, nos queda la reserva de la
tarjeta bancaria, ese recurso que nos hace invisibles ante los demás y tras la
que ocultamos nuestras deficiencias o nuestras reservas.
Por si estos hechos no nos resultaran suficientes,
nos queda la realidad más general de gastar o de no gastar, de ir a la compra o
de dejarlo para otro día. Lo importante es la sensación y la seguridad de que
podemos hacer uso de algo que está en nuestras manos.
¿Podemos decir lo mismo del concepto
del tiempo? Incluso si fuera algo real y externo a nosotros, tenemos la
seguridad de que se nos agotará más pronto que tarde, sin que podamos hacer
nada contra él. Así que, sea porque no existe o sea porque no lo podemos
controlar, tal vez debamos sentirnos más fuertes con los elementos que
conformamos nosotros mismos y que terminan componiendo un cuadro de diversos
colores del que los pintores somos también nosotros mismos.
1 comentario:
Tampoco te excedas en hacer muchas cosas como medida de tu tiempo porque puede que te quedes sin tiempo para poder hacer nada...jiji
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