ASEREJÉS
Así puede ser definida la JITANJÁFORA, una
figura literaria más usada de lo que parece: Composición poética formada por palabras o
expresiones carentes en sí mismas de significado y cuya función poética radica
en sus valores fónicos, que pueden cobrar sentido en relación con el texto en
su conjunto. Algunas se han hecho muy populares, sobre
todo en canciones y expresiones, tanto comunes, como pretendidamente
vanguardistas. ¿O no recuerdan aquello del Aserejé,
que se bailó hasta la extenuación hace tan solo algunos veranos?
Lo esencial de tal figura es que no posee ningún
significado, al menos aparente, y que adquiere su valor por sus cualidades fónicas,
pretendidamente agradables por su sonido y su ritmo.
Uno tiene la impresión de que se publican
muchas jitanjáforas a diario, es decir, muchas locuciones genéricas que no
aportan más que ruido y descalificaciones absolutas, y que apenas concretan
casi nada.
Ahora mismo se está produciendo este fenómeno
en dos planos distintos, según me parece: en el nacional y en el local. Son
solo dos ejemplos.
Hoy es el día de la Constitución. Muchas
personas y grupos alzan la voz proclamando la necesidad de modificar y hasta de
refundar la Carta Magna. Muy pocos, o ninguno, concretan los apartados en los
que habría que hacerlo. Se provocan, así, fuegos de artificio, alborotos y
proclamas, que quedan bien para el momento, pero que se diluyen enseguida. La Constitución,
como cualquiera otra obra humana, puede y debe adaptarse a cada época, y sus
cambios deben correr paralelos a aquellos que la sociedad haga práctica común. Pero
con un método y un ritmo, sin que se nos vaya la fuerza por la boca, sin aserejés.
Desde hace un par de semanas, se viene
produciendo en la ciudad estrecha un baile de voces que parece que tiene aires
de verbena. Me refiero, claro, al asunto de la dimisión de la alcaldesa. Casi
todas las pretendidas opiniones caen llovidas como de tormenta y no se detienen
ni en los estropicios que pueden provocar ni en la solidez a que deberían aspirar:
todo son descalificaciones generales y afirmaciones que valen lo mismo para un
roto que para un descosido. De este modo, lo que se pretende conseguir se
pierde en el humo y en la falta de consistencia, por falta de argumentos.
¿Por qué este nivel de decibelios y de
generalidades? ¿Hemos perdido la capacidad de la serenidad y de la concreción? Los
de la reforma de la Constitución conocen el camino correcto para conseguirla. Concrétense
los apartados, consígnense en un programa político y llévense a las urnas. Está
todo inventado. Los de los exabruptos contra la alcaldesa podrían sencillamente
aspirar a algo de educación, para que podamos, como dijo el poeta, distinguir las voces de los ecos, y así intentar confrontar serenamente ideas,
si es que las hay.
Lo demás es todo un Aserejé, que suena bien para una verbena veraniega con una sangría
de más; pero que enseguida se desinfla y deja un poso de inanidad y de falta de
consistencia poco edificantes.
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