viernes, 3 de diciembre de 2021

PERSPECTIVAS

PERSPECTIVAS

De nuevo la pandemia aprieta y asusta. Parece que resurge, como lo hacen las olas en el mar o el viento en días de tormenta. Volvemos a una nueva ola. No sé ya qué número hace en la serie.

Pero comienza un puente y la realidad sanitaria está ya instalada y asumida en la rutina. Los viajes y las reservas hoteleras andan por todo lo alto y todo se fía a las precauciones y a alto grado de vacunación.

Me parece que este hecho de la pandemia ha cambiado en demasía la perspectiva temporal y ha modificado los límites en los que se venían sucediendo los hechos.

Hasta ahora, la perspectiva era más amplia y la mirada se alargaba en plazos más extensos. Cualquier proyecto se cifraba en un futuro al que mirábamos con cierta seguridad de que nos aguardaba y nos acogía en su seno. De ese modo, distribuíamos las acciones fiándolas a un plazo de tiempo con el que contábamos siempre.

Un proyecto de negocio, por ejemplo, se asentaba en cierta confianza en el futuro y en que las circunstancias no iban a modificarse de manera demasiado notable: erra como si tuviéramos agarrado el futuro por las riendas y lo tuviéramos domado. Unos estudios se planificaban y se encaraban mirando a sus consecuencias y a sus repercusiones personales. La educación de los hijos se atacaba con la mirada puesta en su bienestar a largo plazo. Las relaciones familiares se consolidaban en el trato generoso y continuado… El futuro, en fin, se hacía algo previsible y sujeto a unas normas que parecían seguras y duraderas.

¿Quién encara, en estos días, un proyecto tan solo con la mirada en “el año que viene….”? Se nos han enfriado los humores y se nos han helado los entusiasmos, las certezas se nos han achicado y todo se ha vuelto más voluble y perecedero, más inmediato e instantáneo. Hasta el proceso de causa y consecuencia parece que se haya quedado solo en el suceso concreto, que no mira ni por delante ni por detrás. Por si esto fuera poco, la luz solar se nos encoge también y en nada ayuda a que los ánimos se alarguen, se estiren y sientan una nueva primavera. La verdad parece menos verdad y los conceptos, menos duraderos.

Una cura de humildad que nos golpea y de la que tendremos que aprender que la provisionalidad nos acecha y nos conforma, que el pensamiento debe andar receloso y humilde, que la persona no puede hacer demasiados planes, porque todo se le va de las manos y anda al capricho de alguna fuerza misteriosa que nos recuerda con frecuencia la pequeñez de todo. También de nosotros mismos.

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