POST FESTUM…
Los romanos completaban la
expresión con la palabra pestum, haciendo referencia al bajón
que se suele producir después de cualquier momento de intensidad. Literalmente,
«Después de la fiesta, la peste».
Me tomo la licencia para considerar
la caída que se observa también entre los pasados días de Semana Santa y los ya
presentes de diario y continuidad. La fiesta de Semana Santa siempre incluye
una doble vertiente y una dirección plural, que lleva a unos a las calles a
procesionar y a otros a las carreteras y playas o montañas a descansar, con una
mezcla de ambas en muchos casos.
Me complace observar cómo esta
separación se ve como algo natural que en poco distorsiona los deseos de cada
uno. Los creyentes, a procesionar; los no creyentes, a organizar sus
calendarios como mejor les parezca.
La Historia es una suma de
vaivenes, de oscilaciones, de modas. No hay más que seguir la pista a un
período más o menos extenso para comprobarlo. Los que tienen una edad bien lo
saben. Años de la dictadura: todo el mundo al mismo sitio, a las procesiones obligatorias, al menos de manera
oficial. Primeros años de la democracia: salto al otro extremo, como si a las
gentes les hubieran dado rienda suelta y se hubieran olvidado por ensalmo las
costumbres anteriores. Hasta la televisión pareció dejarse llevar por aquella
ola. Ahora mismo se ve otro resurgimiento de la Semana Santa, sobre todo de los
contextos que adornan las liturgias de estos días.
En la ciudad estrecha en la que
vivo, las procesiones siguen manteniendo la sobriedad de estas tierras, el
silencio y el respeto; pero se han creado manifestaciones al margen que muy
poco casan con ese ambiente se seriedad. Supongo que no debe de ser fácil
apartarse de la imitación de otras manifestaciones más vistosas y coloristas,
sobre todo en este cogollo florido de primavera.
He releído uno de los Evangelios,
además del Cantar de los Cantares; he asistido a una procesión en mi ciudad; he
dedicado algún tiempo a ver en televisión alguna procesión en Castilla, en
Extremadura y en Andalucía; y, sobre todo, he saludado el tiempo feliz de la
explosión primaveral en estas tierras con mis salidas al campo.
Semana Santa, tiempo en el que se
hermanan y se abrazan la razón y la fe sin mirarse de reojo; días en los que
esa razón cede su sitio al impulso de la liturgia, de los colores, de los
olores, y a la fe. No estoy muy seguro de que mucha gente ahonde en las fuentes
y las lea con buen ánimo, pero también con algo de reflexión para dar cabida a
un poquito de razón y así poner las cosas en su sitio. Si es que hay que poner
las cosas en su sitio, porque a veces piensa uno si no es mejor dejarse llevar
por el impulso de la ola, si eso produce algo de satisfacción en los sentidos.
En todo caso, post festum, pestum. Y aquí estamos. De nuevo en el día a día, en
el quehacer de las pequeñas cosas, en el intercambio entre la ilusión y la
desilusión, en busca de ese ambiente físico y mental que nos ayude a
sobrellevar con dignidad los pasos por el camino incierto de la vida.
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