lunes, 6 de noviembre de 2023

¿DICOTOMÍA? A PROPÓSITO DE LA AMNISTÍA

 ¿DICOTOMÍA? A PROPÓSITO DE LA AMNISTÍA

Fue el sociólogo Max Weber el que estableció teoría acerca de estos dos tipos de ética: la llamada ética de la convicción y la denominada ética de la responsabilidad. Los defensores de la primera serían partidarios de soluciones puras, claras y radicales. La duda no formaría parte esencial de su actuación y defenderían aquella máxima que reza así: fiat iustitia et pereat mundus (cúmplase la justicia, aunque perezca el mundo). Los valedores de la ética de la responsabilidad serían más partidarios de soluciones grises y pactadas. La duda sí forma parte de su manera de pensar y de sus decisiones y actuaciones.

Este país, o nación, o Estado, o vete a saber qué vive en estos momentos una situación especial, la de la amnistía, en la que viene a ponerse en discusión esta oposición entre unos y otros; entre los que invocan la ley y su cumplimiento estricto, y aquellos que buscan encajes legales con vistas a conseguir -dicen- otros fines mejores. Hay que suponer que ambos grupos actúan desde una ética que busca el bien para la comunidad y que trata de preservar y de mejorar la convivencia de toda la sociedad. Parece que hay argumentos para que todos defiendan sus posturas de manera razonada y razonable.

Sin una ley de referencia, no hay comunidad que se asiente ni que desarrolle una convivencia segura y en paz. La ley, esa suma de preceptos que la comunidad ha acordado, no puede ser violada sin que la comunidad se revuelva contra los violadores. Para ello está el poder judicial, que tiene la potestad y la obligación de juzgar el cumplimiento de todo el cuerpo legal que ha establecido el poder legislativo

Una mirada serena y un razonamiento tranquilo nos enseña que la vida es algo mucho más amplio, complejo y diverso que aquello que aparece en el cuerpo literal de la ley. La mejor prueba es que la ley anda siempre detrás de la realidad y nunca la alcanza, pues, cuando regula un hecho, aparece uno nuevo, que necesita una nueva regulación. Con otras palabras: la vida no cabe en la ley. Además, el precepto siempre concede una pena mínima y otra máxima según el contexto en el que se aplique.

Así las cosas, ¿qué hacer y qué disponer? Quizás el tiempo futuro nos dará respuesta, según las consecuencias de la decisión que se adopte.

Mi postura se mueve mucho más en la duda que en la certeza, y en la vida veo muchos más grises que colores definidos. Creo que siempre he defendido el perdón y la concordia en caso de duda, y prefiero pasarme por exceso que por defecto. Por eso defendí en su día los indultos. Tengo mucha más confusión en este caso, pues afecta el hecho de la amnistía tanto a la legalidad como a la ética. Si los juristas más sesudos no lo tienen claro, es normal que yo tenga muchas más dudas. El hecho de que los posibles amnistiados no muestren ni el más mínimo signo de conciliación ni de arrepentimiento (no digo de cambio de ideales) me deja sin resuello mental y absolutamente perplejo. Si aparece en el horizonte la pregunta consabida de cui prodest?, entonces me pierdo un poco más y casi no me encuentro. En medio de toda la confusión, solo me queda el gris consuelo de que el que se equivoca pensando en el bien general y no en el particular duerme más tranquilo y se levanta más descansado.

No me toca decidir, solo mostrar mis dudas y mi deseo de que todo se gestione desde el sosiego, la mejor voluntad, la búsqueda de una mejor convivencia y el progreso de la comunidad en la lealtad y el bienestar común. Y siempre con un referente legal; flexible, pero real. Repetiré una vez más que, en democracia, todo lo que no es ley es violencia.

Luego viene todo eso de los rifirrafes personales y las posturas impulsivas y pasionales, de los calentones y de las discusiones de taberna, de los intereses inconfesables y de los más abiertamente egoístas. Pero todo eso es material de derribo.

Veremos.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Al final, Antonio se trata de ser consecuente con uno mismo. En este asunto tengo muchísimas dudas, y algo no me cuadra, sobre todo en cuanto al asunto de que todos los españoles somos iguales ante la ley. Me chirrían los goznes.