Día
diez de noviembre. Ayer fue día nueve. ¡Qué obviedad! Déjalo que repose. No
tengas prisa, que hay más días que longaniza.. A veces se sorprenden en los
surcos del tiempo acontecimientos que, a poco que se observen, tienen poso como
para ser recordados durante muchos días y años.
Dicen
que ayer visitó esta ciudad estrecha de Béjar el presidente del gobierno.
Dicen. Yo no puedo dar fe de ello porque gasté las horas soleadas de la mañana leyendo
en el sillón de mi terraza. Y dicen también que expresó en público una declaración que daba respuesta
a la resolución independentista que el parlamento de Cataluña había aprobado
por la mañana. Asuntos muy distintos pero con un elemento físico común: la
ciudad de Béjar.
Ayer
mismo ya se realizaron manifestaciones de todo tipo en los medios de
comunicación y en las redes. Hoy sigue la resaca y sigue el comentario por
todos los rincones.
La
primera falsedad es el camuflaje de presidente de gobierno disfrazado de
presidente del PP. ¿Qué tiene que ver una cosa con otra? ¿En calidad de qué ha
venido? ¿Ha hecho algo como presidente del gobierno, aunque sea solo poner una
placa en cualquier rincón y disimular algo? Nada de nada. Simple baño de masas,
aprovechamiento de infraestructuras para mítines partidistas y superposición de
funciones. Los partidos no se juegan en igualdad de condiciones: hay equipos
que juegan en campo propio, con un jugador más y con el árbitro de forofo. Y,
si no hay igualdad, lo demás es todo farsa y engañabobos. Y lo peor, con mucho,
es que no se le echa ni un punto de pudor al asunto ni se disimula nada; al
revés, se va por ahí sacando pecho y enseñando músculo. Mientras el gentío se
deje llevar… por la corriente.
Porque
cada cual sabrá qué tiene que hacer con sus sentimientos y hasta con sus
pensamientos, si es que los tiene. Pero no es fácil entender los entusiasmos en
una ciudad con casi el 40% de parados y con tendencia al aumento, con una
población absolutamente envejecida y con su gente más joven haciendo la maleta
todos los días en busca de otros lugares en los que tratar de diseñar un
proyecto de vida. Y todo ello concediendo, desde mi forma de entender el mundo,
que el proyecto o es de todos o no es de nadie; pero argumentando en la escala
de valores del partido mayoritario en la ciudad y en el país, o sea, el suyo, aquel
que cree más en las diferencias, en eso que llaman el emprendimiento y las
consecuencias en ganadores y perdedores, en jefes y subordinados, en “déjenme
gobernar y no estorben”, y en todo aquello que les caracteriza. Desde esa
escala de valores habrá que atribuirle algún grado de culpa más, tanto en lo
bueno como en lo malo.
En
realidad, uno tiende a pensar que se mezclan muchos elementos y no todos del
mismo nivel argumentativo, ni siquiera descriptivo. El asunto es largo para
desarrollarlo en estas líneas, pero a mí me ofrece un panorama de ciudad
desolador, de sumisión a cualquier elemento decorativo (no puedo ser más
explícito porque tengo que vivir con mis convecinos), de selfis de opereta, de
predisposiciones a que cualquier día de la semana se produzca el milagro, y al
gozo que se llena con un simple alborozo de charanga y pandereta.
Por
cierto, lo que dicen que fue un mitin se desarrolló a las puertas de un centro
educativo. ¡Qué símbolo tan revelador! De ahí a Hollywood, tan solo un paso.
En
mi terraza, el sol brillaba luminoso y el cielo se ofrecía infinito. De fondo,
el otoño bejarano en su paisaje más descarnado. El libro analizaba una forma
especial de llegar a la sensación y al concepto del amor. Se estaba muy bien en
mi sillón mirando hacia la sierra y tratando de pensar un poco. Luego oí lo de
Cataluña. ¡Qué cansinos!
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