martes, 7 de junio de 2016

CONTEMPLANDO UN ÁRBOL


CONTEMPLANDO UN ÁRBOL

Sustentan la quietud de tus raíces,
en el secreto lecho que te ofrece el suelo,
la entrega generosa del cielo y de la luz,
y la labor nutricia de la tierra,
las olvidadas formas que encierra el fuego oculto.

El entorno se viste de su asombro
cuando asiste a tu tierno nacimiento
y en tu tronco se anudan
las huellas de la savia,
umbrías venas que humedece el viento
hasta abrirse a la luz de todas partes
en la copa, que sigue en el empeño
de alcanzar lo sagrado en lo más alto.

A este cáliz abierto y armonioso
que recibe la sangre de los campos
y el agua, que bautiza su enramada,
del abrazo celeste, llegan cantos
de altísima armonía, y, a su sombra,
descansa lo que vive y lo que sueña,
todo lo que me lleva
al estremecimiento de mi carne.

De lo más encendido de los cielos
baja la luz hasta besar tu copa;
después, ensaya la más alta transparencia
con el resto del bosque. Yo me olvido,
me dejo, me abandono, imploro al cielo
que me aceche la luz y me acaricie
ese aire nutricio que me invita

a celebrar la fe de tu existencia.

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