viernes, 17 de junio de 2016

INTUYENDO LA DEFINICIÓN DEL "YO"

                 
Sin pretender abrir puertas que dan a un campo demasiado extenso y que implica demasiadas variables -otra vez el límite de las 30 o 40 líneas-, me pregunto por los límites del yo, de la individualidad, de la persona. Porque esa visión que dan una fotografía o una báscula resultan demasiado pobres como para quedarse satisfecho.
Mi yo abarca la suma de kilos que indica la báscula, y los rasgos físicos que se pueden medir y observar a través de los sentidos. Pero yo soy mucho más. Soy mis palabras, y mis intenciones; soy mis deseos y soy mis relaciones; soy la extensión en todo lo que toco y en todo lo que me toca, y así con todos los sentidos; y soy cierto grado de permanencia y de identidad en el tiempo y en el espacio, eso que me permite reconocerme como una unidad continuada y que me reconozcan los demás con el mismo nombre. Mi yo realiza movimientos de extensión y de contracción hacia las cosas y desde las cosas, y se diluye en otras extensiones que llegan más allá del horizonte. Mi yo termina formando parte de la conciencia final del universo. Yo soy un poco dios por ese poquito que me corresponde de lo extenso y porque el eco de mí mismo se extiende en todo aquello que me roza y que rozo.
Cuando la conciencia de esa reciprocidad disminuye y termina desapareciendo, es cuando mi yo también se pierde en el olvido y en la nada. Pero para entonces mi responsabilidad consciente no será.
Sí puedo y soy consciente de que mi yo vital me pertenece y pertenece a todos, de que los límites del individuo no son precisamente nítidos porque todo se impregna de la huella que lleva y trae el viento hacia mi yo y hacia el yo global del mundo.
Del mismo modo certifico que cualquier hecho o pertenencia personal, cualquier acción mental o material, cualquier ascendencia o descendencia me pertenecen y forman también parte de mi yo; lo mismo que todo aquello que hayan dejado en mí forma parte del yo de los otros.
Y admito que cualquier acción es como otro yo que me alarga y me predica en el tiempo y en el espacio
Por todo ello, dejaré para los más sabios la definición de individuo, pero me confieso amplio y derramado, dividido y acompañado siempre, en diálogo constante con lo más permanente y con lo más efímero de todo lo que me habita y de lo que voy construyendo en el camino vital.
También en estas líneas y en estas páginas, que ya se cuentan por millares y que van deshojando casi todos los detalles que me componen y que me dan a conocer a todos los demás “yos” que acompañan en esa última y colectiva conciencia universal.

Y, por supuesto, quiero ser y espero ser siempre conciencia y certeza de que estoy siendo, de que soy protagonista de las cosas, de que doy y me dan, de que voy construyendo y de que me construyen. Solo la conciencia certifica la vida, y solo la vida merece la pena si es desde la conciencia.

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