Desde hoy y durante dos o tres
semanas (no conozco el calendario ni me interesa demasiado) se desarrolla en
Francia el Campeonato de Europa de fútbol. Un acontecimiento de esta dimensión
ofrece múltiples variantes para la consideración: deportivas, sociales,
económicas, de comunicación física y humana, de relación entre culturas…
Seguramente representa, en términos futbolísticos, el acontecimiento de mayor
nivel, pues en él compiten las mejores selecciones mundiales, salvo algún caso
como Brasil o Argentina. Supongo que, exceptuando olimpiadas, será el espectáculo más seguido…
Solo me cabe en este formato el
apunte de una consideración y a ella voy. Cuentan que la selección española
está recluida en un lugar vigilado por tierra, mar y aire. También aseguran que
el barrio en el que hoy se inaugura la competición está tomado por las fuerzas
de seguridad, con miles de agentes vigilando cualquier movimiento especial o
sospechoso. Los establecimientos comerciales del lugar, que seguramente
pensaban hacer su propio campeonato de ventas, se quejan de tanta vigilancia y de
que los posibles clientes se asustan y no acuden como ellos desearían.
En una escala de valores
racional, la seguridad ocupa un lugar destacado siempre, pues no es posible el
desarrollo normal de ninguna actividad sin un nivel de confianza suficiente.
Pero es que sobrepasar ese nivel conduce a la psicosis y a la desconfianza, a
la inquietud y al desasosiego. ¿Dónde está el justo medio en el que colocar la
línea de la seguridad y de la libertad?
Falta, sin embargo, la pregunta
de más alcance. Tal vez se podría formular así: ¿Qué tipo de sociedad es esta
que hemos creado en la que necesitamos tal derroche de fuerzas para poder
garantizar la simple seguridad de las personas? ¿A qué cantidad y calidad de
factores obedece todo este despliegue? Por la parte que me toque, yo me siento
avergonzado por pertenecer a una sociedad que necesita tal cantidad de
elementos preventivos para intentar asegurar simplemente la supervivencia. Y no
echaré más culpas a los que despliegan las fuerzas de seguridad que a los que
presumiblemente podrían colocar bombas o alterar el orden: no se me ocurre tal
cosa. Sí reivindico la necesidad de pensar en las causas que comportan estas
desagradables consecuencias. En este horizonte que se abre, aparecen nubes que
traen tormentas de desigualdades sociales, de carencias de educación, de
estragos que causan las religiones, o al menos ciertas interpretaciones de
preceptos religiosos en religiones monoteístas; de falta de intercambios
culturales, de…
La vieja Europa se echa a rodar
detrás de un balón (también mira tú qué empeño en meter la pelota dentro de una
portería, si siempre se saca de ella para empezar de nuevo las patadas y los
empujones). Al fin y al cabo, otro espectáculo como aquel del circo en Roma. No
todo el mundo se divierte de la misma manera. Ojalá aquí los gladiadores no
terminen como los de hace dos mil años (que esto no es más que un juego, y para
que uno gane otro tiene que perder: no hay más cuentas: es así de sencillo), ni
las fieras rujan tanto ni afilen los dientes en busca de carne humana. Ni los
de dentro de los campos, ni los dogmatizados talibanes de fuera.
Ah, vale, y que gane España. Pero
si pierde (pierden todos, gana solo uno), aquí paz y después gloria. Que más se
perdió en Cuba y la gente iba a los toros igual.
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