Como casi todo el mundo, ando un
poco hastiado del proceso electoral; sobre todo porque no hay nada nuevo bajo
el sol y se repiten las propuestas que todos conocemos de siempre, a poco que
nos hayamos interesado por la cosa pública. ¿O es que nadie ha analizado los
comportamientos y las propuestas fundamentales de cada formación política
durante los últimos cuatro años?
Está bien que cualquier grupo
organizado se manifieste porque hay que suponer que buscan el bien común. Pero
esto es solo la suposición: la realidad se muestra bien distinta.
Ayer vi en un programa de la
televisión pública unas cuantas entrevistas breves a representantes de grupos
nacionalistas. Seguramente respondían a derechos electorales porque a todas les
dedicaban el mismo tiempo y en todas las preguntas eran casi idénticas. Y todas
producían en mí similar desilusión, incomprensión y hasta enfado. Dos eran las
notas que resumen las respuestas de los candidatos nacionalistas: la petición
de mejoras solo para sus territorios, y el arrogarse la representación de todos
los habitantes de cada una de esas regiones.
Y yo, que seguramente sea muy
corto de mente, me pregunto y pido luz para las dudas que me asaltan. Hasta
donde llega mi sentido común y mis silogismos más sencillos, para aquellos que
solo ven lo que les rodea y piden exclusivamente para sí se les reservan las
calificaciones de egoístas, acaparadores, codiciosos, avaros, egocentristas… Y
para los que se arrogan la representación de todos, las de farsantes,
mentirosos, embaucadores, impostores…
No es realista negar que el ser
humano se fija un poco más en lo suyo que en lo de los demás, y que cuida mejor
su viña que la del vecino. Pero uno aspiraba y aspira a que la capacidad de ese
ser humano le dé para levantar la vista y para ajustar esfuerzos y resultados,
repartos y beneficios para todos, aunque estén un poco más allá en el espacio o
en el tiempo. Muchas veces he puesto el ejemplo de aquel alcalde que,
entendiendo que los del pueblo de al lado tenían más necesidad de una infraestructura,
pedía esa infraestructura, no para su pueblo, sino para los del pueblo más
necesitado. Esa visión separa unas políticas de otras, y define izquierdas y
derechas. Por eso a mi sentido común le parece un oxímoron eso de ser
nacionalista y de izquierdas. ¿Cómo se explica esta contradicción tan flagrante?
Pues todavía hay algún partido (pocos, pero alguno) nacionalista que se define
de izquierdas. En mi cabecita este misterio resulta tan abstruso como el de la
Santísima Trinidad.
Y la sinécdoque de tomarse la
parte por el todo. ¿Pero quién les ha dado permiso a estos señores
nacionalistas para decir que representan a todos los habitantes de su región? ¿Por
qué insultan y desprecian tan descarada como falsamente al resto de los
partidos y de ciudadanos que no son nacionalistas? ¿Acaso un catalán que no sea
nacionalista no es catalán? ¿Un vasco que no sea nacionalista no representa a
personas vascas? ¿Por qué estos insultos tan frecuentes y tan estúpidos? Yo
mentalmente me siento insultado y tratado de subnormal. Y me enfado mucho,
claro. Intelectualmente esto no tiene un pase, pero comporta una carga de votos
que me hace pensar o bien en mi escasa capacidad o bien en el egoísmo y
estrechez mental de demasiadas personas.
Sobre el sesgo social y político
de estas formaciones, mejor es que cada cual vea en qué parte del espectro se
sitúan y a qué intereses obedecen. Y que saque sus consecuencias. Yo tendré que
repensarlo más veces. De momento sigo sin entender nada, y esperando que alguien
me lo explique. Más que nada para que mi consideración hacia estos grupos
llegue hasta niveles soportables para la convivencia.
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